“El buen diseño es una síntesis de técnica, costos, materiales, función, uso, gusto y sostenibilidad. Esto concentra significados, asociaciones y posibilidades, que deben ejecutarse en formas simples y singulares. Los mejores objetos son portadores de una rica densidad intelectual que se debe expresar de forma fluida y natural”, explica David Lara, gerente de mercadeo de Kassani, firma que trae a Colombia la casa Arper.
Arper, fundada en Italia al final de la década de 1980, tiene actualmente presencia en más de 90 países, con foco en Alemania, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Holanda y Reino Unido.
“Esta firma italiana manifiesta que los mejores productos se conciben con alta capacidad intelectual, en una búsqueda de la esencia para expresar sobriedad y sencillez, lo que hace necesario invertir muchas horas de trabajo y desarrollo en su ejecución. En el mercado de los muebles resulta fácil encontrar diseños sobrecargados que van a pasar de moda, por lo cual una propuesta inteligente es aquella que traspasa la barrera del tiempo y esto es muy difícil de lograr”, argumenta el también diseñador industrial David Lara.
De esta manera, uno de los valores agregados de Arper es su capacidad para tener un balance entre el diseño, la ingeniería y las nuevas tecnologías, siempre con el objetivo de que sus productos trasciendan a las siguientes generaciones.
Al igual que otras firmas de la industria, la casa italiana trabaja con reconocidos diseñadores y arquitectos como James Irvine, Jean Marie Massaud, Rodolfo Dordoni y Lievore Altherr Molina, entre otros, quienes aportan sofisticación, emoción y estilo a sus diferentes familias de muebles.
Sus diseños son una destilación de diversas fuentes de inspiración, como la naturaleza, el arte contemporáneo y los muebles de diferentes generaciones, así como un fértil diálogo entre la experiencia, el confort y el uso. Esto se evidencia en su colección de sillas Catifa, el sistema modular de sofás Loop y las minimalistas mesas con esbeltas patas llamadas Nuur.
“En cada producto hay rigor y detalle en cómo se integran las piezas para que su encaje sea perfecto. Nunca hay un tornillo de más. Esto se traduce en una filosofía de diseño en el que la inteligencia es convertida en materia”, concluye Lara.