EXUBERANTE VEGETACIÓN
Fotografía: Juan Antonio Monsalve. Producción: Mariana Osorio. Texto: Diego Guerrero / junio 10 - 2014
Si usted es una persona que aprecia lo irrepetible del paisaje, si se ha formado en la comprensión de la naturaleza y ha educado su oído con cada trino de los pájaros o con el sonido del viento que mueve las hojas; si entiende que el sentido de la vida no está en las caóticas ciudades y si ve el mundo desde lo sencillo y natural, entonces usted, seguramente, podría habitar esta casa que, está casi en la zona rosa de uno de los pueblos más calientes de Colombia.
La vivienda, ubicada en Honda, sobre una de las colinas que enmarca la llegada del río Gualí, en su desembocadura al río Magdalena, ocupa un terreno en forma de ele, con alrededor de 2 mil metros cuadrados. Con 30 metros de frente por 40 de fondo, la casa es como un santuario. La vegetación que la rodea y mimetiza los muros la hace inexpugnable al ruido y al trajín de la avenida principal, que pasa al frente. En su interior goza de un microclima que nada tiene que ver con el de las calles. La brisa pierde su temperamento hirviente y se dispersa cuando pasa entre las hojas y se vuelve fresca al contacto con una corriente de agua que baja por los jardines, justo antes de ingresar a las habitaciones. Espejos de agua y canales refrescan el espacio. “El proyecto estuvo conformado, inicialmente, por tres viviendas independientes y buscó revitalizar las partes utilizables de las construcciones existentes, integrándolas, para que actúen como una unidad dedicada al descanso y a las reuniones de grupos familiares y de amigos, siempre en contacto con la naturaleza”, dice el arquitecto.
El proyecto está conformado por cuatro volúmenes independientes, separados entre sí por zonas ajardinadas. Dos volúmenes ubicados en la parte alta, uno de los cuales alberga el estar, el comedor y la cocina. El otro conforma el estudio, el estar de piscina y el spa, formando escuadra entre sí. Los otros dos volúmenes contienen la zona de alcobas, estar de televisión, zona de hamacas, estación de bebidas, ropas, garajes y apartamento del administrador. Todos Los cuatros volúmenes son circulables en varios sentidos: a nivel del terreno por recorridos peatonales, conformados por terrazas, escaleras, huellas, etc.; en los niveles superiores por puentes que conectan los espacios entre sí. “Por ser espacios abiertos para la circulación del aire en todas las direcciones, este entra y sale. Hay un cruce de aires elemental que tenían en cuenta los maestros de tierra caliente, que se fue perdiendo y que aquí se recupera, lo que hace a la casa amigable con el ambiente”, dice Carvajal.
La casa tiene cuatro puentes, todos en hierro: uno comunica el comedor con las habitaciones, otro une dos terrazas superiores, a siete metros de altura; otro el comedor con un balcón y el último, la zona de habitaciones con el estar de las hamacas. Un pasado bien construido Para los arquitectos Germán Carvajal y Luis Javier Franco, de la firma Arquitectura Paisajista, abordar el diseño de esa casa significó encontrarse con el pasado de su profesión, cuando las casas eran de techos altos y las hacían los maestros de obra: “Era una vivienda de mitad de los años cuarenta, construida por un maestro de obra que tuvo en cuenta el clima –como era en ese tiempo, no como ahora–, con unos espacios bien distribuidos y unos techos de tres metros y medio de alto”, dice Carvajal.
La casa tiene un gran valor en el sentido de que su estilo es de la época republicana, con líneas austeras. En su momento, fue construida en concreto armado, que da una textura tan bonita que decidieron quitarle el revoque y dejarla a la vista. A veces parece que fue hecha más para habitar afuera que en su interior ya que puede disfrutar de una vista hacia las montañas; oler el perfume de árboles como el ilán ilán mientras camina por un sendero sombreado que recorre los jardines; escuchar el aleteo y los sonidos de las aves –algunas migratorias– que se «hospedan» bajo las copas. Además, el espacio verde central cuenta con dos mangos corpulentos, preservados para asegurar sombra y albergar aves.
El propietario no pudo quedar más feliz con el diseño: “La casa involucra de manera preponderante el agua. Tiene cinco terrazas para descansar y tomar el sol y muestra una vista magnífica. La casa –dice orgulloso– no cuenta con mar, pero tiene al frente montañas que parecen diseñadas. Por eso, Mutis (José Celestino) se radicó en esta zona”. Las terrazas las lograron los arquitectos aprovechando la estructura inicial de la casa, que estaba muy deteriorada, y la diferencia que quedó en el terreno al unir otras dos casas: siete metros. La luz se aprovecha al máximo y se regula con la vegetación. “El agua de lluvia se recoge con desagües y, de ahí, va a unos tanques debajo del jardín. Se envía a la parte superior y recircula aprovechando el nivel del terreno –explica Germán Carvajal–. También se utiliza para el riego del jardín, que tiene siete niveles. El agua se vuelve juguetona, se convierte en sonido y cumple con el concepto romano de enfriar el aire antes de que llegue a las habitaciones”. Los arquitectos diseñaron los jardines con una colección de plantas. “Vamos en busca de especies nuevas. Nos interesa la parte más natural de la vegetación, su carácter tropical, las hojas grandes de diversas formas”, dice Carvajal.
Así crecen una gran variedad de palmas, también heliconias, junto con una zona de cactos en la fachada que “hace que el mantenimiento sea mínimo”. Lo variedad de especies como mirtos, caballeros de la noche, jazmines, helechos y dos mangos, de 15 metros de alto, evita que las plagas encuentren un lugar propicio y se vuelve un refugio para las aves. Todo es sencillo: inclusive, hay algunas paredes que dejan ver el paso de los años con plantas que trepan por mallas de alambre y que un día refrescarán los muros. Hasta el piso de pizarra negra es poco pretencioso. “En realidad, construir una casa así no es tan costoso –dice Carvajal–, en el sentido de que los acabados son sencillos, básicos y amigables con el medio ambiente, y porque se usan materiales de la región y métodos muy artesanales. Eso da empleo a los artesanos”. Entre tanto, el dueño vive en su paraíso: “El contacto con la naturaleza es básico. Es volver a la esencia del paraíso, en lo que coinciden todas las religiones. Los que me visitan se van reconfortados, con alegría de vivir reconciliados con la naturaleza”. Concluye.