Justiciero del arte
Fotografía: Mónica Barreneche. Texto: Margarita Barrero / junio 6 - 2014
Una casa de tres pisos en Chapinero (Bogotá) es el espacio más importante en la vida de Miguel Ángel Rojas. No solo se trata del taller donde crea sus obras, sino de la herencia que le dejó su padre y donde nació. La vivienda ha sido de su familia por más de setenta años y allí ha visto cómo al mismo tiempo que han quedado atrás villas chapinerunas y casas republicanas en su barrio, sus obras han adquirido valor para los coleccionistas.
Es un artista integral, que parte de las ideas aunque las soluciones las encuentra en la materia. Su trabajo se conoce en Venezuela, Australia, Argentina, Perú, Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos, Japón, Brasil, Inglaterra, Francia y México. Recibió un galardón en la Bienal Gráfica de Puerto Rico; estuvo en la exposición de los 500 años del descubrimiento, que curó el Moma de Nueva York, cuya muestra viajó a Europa. En el Whitney Museum hizo parte de la colectiva The american effect, también atendió una invitación del Consejo Británico para exponer en los jardines reales de Edimburgo y bajo la curaduría de José Roca participó en la muestra colectiva Flora, en Nueva York, muy destacada internacionalmente. Además, ha estado en la galeríaSicardi de Houston, muy importante en arte contemporáneo, y el Museo Reina Sofía adquirió algunas de sus piezas.
Nacido en 1946, en Bogotá, viene de una familia de padre del Guamo, Tolima, y madre de Girardot, Cundinamarca. Desde muy temprano en su vida se reconoció de “clase emergente, indio y homosexual” pues, según afirma, para poder hacer arte debía darse a conocer tal cual era: “Pensé que si no me aceptaba ni me daba a conocer como soy, no tenía autoridad para ser crítico”, asegura.
Su primer contacto con el mundo artístico fue por un obsequio de su padre: el libro sobre Paul Cézanne, que recibió a los nueve años. Este lo encaminó a descubrir su pasión rápidamente y cuando salió del colegio ya sabía que sería artista; sin embargo, estudió arquitectura en la Universidad Javeriana “porque era la única carrera que estaba relacionada con el arte y era bien vista entonces”, dice.
Hoy reconoce que la arquitectura ha logrado que el espacio de un museo o galería no lo atemorice. Sin embargo, no terminó esta carrera. “Sentía que no se podía hacer nada creativo, en esa época las construcciones eran funcionalistas”. Así que se reconcilió con el arte en la Universidad Nacional. Cuando apenas estaba en segundo semestre, su exposición en el Salón del Arte en Bogotá le dio luz a lo que sería su exitosa carrera. Esta primera muestra estaba muy influenciada por la arquitectura de volumen ya que eran unas máquinas con 20 puntos de fuga. “Me di cuenta de que por ese lado no era la cosa. Quería algo más humano y deficiente”, dice.
En aquella época, Bernardo Salcedo fue su maestro e influencia. En la Galería Belarca conoció artistas como Beatriz González, Luis Caballero y Santiago Cárdenas y por medio de ellos continuó su formación. “Por fortuna no soy surrealista, mi obra tiene sentido porque parto de ideas claras y prefiero ser obvio antes que falsamente misterioso”, afirma.
Su visión fotográfica
Atraído por una antigua cámara Kodak, fabricada entre 1917 y 1923, que tenía su padre colgada en el clóset, comenzó su exploración en la fotografía. Primero hizo fotos de noche con larga obturación y de allí salió Autorretrato con luz de luna. Años más tarde capturó imágenes del ambiente clandestino del Teatro Faenza, que mostró en varias exposiciones y que incluso volverá a exhibir, a mitad de este año, en “Les Rencontres”, importante encuentro de fotografía de Europa, y en el Museo Quai Branly en Francia. “Como artista miré la luz y su contraste con la arquitectura del Faenza. Cuando me acostumbraba a la penumbra veía en la gente un brillo especial así que llevé una cámara con una linterna pequeña y un disparador.Como era un sitio críptico, la ubicaba oculta en el brazo de la silla y lograba una foto ciega, de ahí salieron Vía Láctea y la serie Tres de platea, entre otras”. Luego complementaba las fotos con textos que lograba en un cartón negro con una máquina de escribir Royal, que en cambio de cinta tenía limpiatipos blanco.
De algunos grabados de este teatro surgió su primera exposición en el exterior, en el Center for Inter-American Relations, en 1979, en Nueva York.
Cuatro años antes había vivido uno de los momentos más determinantes en su creación: en el Primer Salón Atenas cuando el semen regado hizo parte de su obra. “Se armó un escándalo pero fue bueno haberlo hecho porque eso dio pie a lo que es mi obra hoy: tomo elementos que no son de las artes y los incluyo”, dice.
Con esa idea presente, después de más de 20 años encontró la mejor representación del narcotráfico y el vicio en las hojas de coca, e hizo Broadway, un camino de hormigas que cargaban hojas de coca. “Utilicé la metáfora del camino de hormigas como los seres insignificantes latinoamericanos que van llevando sus cargas ilegales al primer mundo, eso le da otro carácter”, afirma.
En su concepto, el arte es un compromiso con la humanidad, en el que la belleza es fundamental y las ideas son importantes. Por eso, pensando en los palafitos y los soportes, y en que la educación es lo que otorga una posición en la sociedad, tomó una foto de una columna del capitolio, otra de cemento vaciado en una lata ondulada lo que le daba la apariencia de una columna clásica desdibujada, y otra más de un soldado con una pierna mutilada para crear la obraIzquierda Derecha. Cuando vio a su modelo desnudo, notó que tenía una similitud con la escultura del David de Miguel Ángel Buonarroti; de ahí surgió una secuencia de 12 fotografías de dos metros de alto, que son su apropiación de la escultura de Buonarroti.
Nunca abandona las expresiones críticas como en El nuevo Dorado, proyecto con el que, a través de la Galería Sicardi, ganó el concurso para hacer parte del Solo Project, Feria Internacional de Arte Contemporáneo en Madrid (España) en el 2012, en el que cuestiona la nueva ley forestal de los bosques de Brasil. Y hace poco, conNegocios grandes y pequeños hizo una reflexión sobre las desigualdades económicas. Estos trabajos son la muestra de que Miguel Ángel Rojas no detiene su creación y de que seguirá mostrando su trabajo por largo tiempo.