Diseño sostenible (y colombiano): piezas creadas con madera reciclada del mar
Natalia Pedraza Salamanca, periodista de AXXIS / agosto 28 - 2025

Hay piezas que son objetos y hay objetos que se convierten en relatos. La colección Bajo San Juan, del estudio Marea, es un homenaje a la selva, al mar y a la memoria de los territorios que nos habitan.

Fundado por la arquitecta Verónica Franco, el estudio se ha convertido en un laboratorio creativo donde la madera encuentra nuevas narrativas a través de la escucha, la intuición y la colaboración con comunidades locales.

“La clave ha sido escuchar a la madera de manera responsable e intuitiva para resaltar sus grietas, vetas y formas, preservando sus características sin comprometer la resistencia o la firmeza de las piezas”, explica Franco. De este modo cada mesa, silla o estructura de la colección es un ejercicio de equilibrio entre la materia y la intención: conservar las huellas del tiempo sin perder la utilidad de cada pieza.

Detalles del diseño de la colección
El origen de Bajo San Juan está en la playa. Maderas arrastradas por el mar se convierten en el punto de partida de cada creación. De este modo, los troncos se seleccionan por sus particulares cicatrices, marcas y texturas. “Escogemos intencionalmente aquellos troncos que cuentan una historia, aquellos que tienen un corte o marca. A través del diseño, resignificamos lo que tradicionalmente se considera un defecto y lo vemos como una huella dactilar que le da carácter y autenticidad a cada objeto”, cuenta Franco.

Ese gesto de reconocer la belleza en lo imperfecto dialoga con la filosofía japonesa del Wabi-Sabi, que inspira parte de la estética de Marea: lo imperfecto como símbolo de lo natural. En palabras de Franco: “Le damos una segunda vida a la madera que fue hogar de otras formas de vida. Utilizar estos materiales es un acto de resistencia consciente que demuestra cómo la belleza puede surgir de una economía circular”.

Además, el municipio de San Juan de Urabá inspira y da nombre a la serie. Allí, el mar, la cultura y las comunidades se entrelazaron con el trabajo de la firma. “Cada pieza es el resultado de un acto de escucha y una co-creación a varias manos, donde se tejen la creatividad y el conocimiento de todos los que participan. Las piezas Coral fueron la excusa perfecta para tejer lazos, fortalecer liderazgos e intercambiar saberes”, comparte Franco.

Los objetos se transforman así en símbolos de encuentro: entre el diseño contemporáneo y el saber artesanal; entre lo local y lo global; entre la tradición y la innovación.
El proceso y diseño de las piezas
Cada pieza diseñada es artesanal y paciente. Todo inicia con un proceso de selección en la playa, acompañado de artesanos locales que conocen de memoria el comportamiento de la madera. Después, cada tronco es examinado con atención: se estudian sus grietas, curvas y gestos. A esta etapa es a lo que la firma llama «tener el ojo afilado» para encontrar la madera valiosa que muestra el paso del tiempo y ha sido curada por el mar.

Así, el diseño surge de ese diálogo con el material, teniendo en cuenta los acabados que exaltan la esencia natural de la madera. La colección no busca uniformidad ni producción masiva, debido a que cada pieza es única e irrepetible, resultado de la co-creación entre artesanos y diseñadores. Un proceso que, más allá del objeto final, se convierte en un ejercicio de tejido social.

La colección está pensada para espacios que buscan autenticidad y conexión. Hogares, oficinas o proyectos de hospitalidad pueden encontrar en estas piezas un fragmento de selva y mar. “Esta colección es una invitación a conectarnos con el territorio, con la tierra, el mar y nuestras raíces. Es una reflexión sobre cómo habitamos nuestro entorno y una forma de sentir nuestra cultura como propia”, asegura Franco.

Ese espíritu se materializa incluso en los detalles: el rojo de las estructuras, inspirado en el arrecife de coral descubierto en el municipio de San Juan de Urabá, funciona como un recordatorio de que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, influyen en la protección de ecosistemas vitales.
Retos de la colección
El mayor desafío de esta obra fue cambiar la percepción de lo que significa belleza en la madera. “Estamos acostumbrados a buscar la perfección y la uniformidad, cuando la madera es, en realidad, orgánica, sinuosa y diversa. Transformar esta mirada estética ha sido un reto, pero también una oportunidad para crear piezas auténticas”, afirma Franco.

Aceptar la irregularidad significa también aceptar que no habrá dos piezas iguales, que cada objeto necesita tiempo, dedicación y un trabajo artesanal irrepetible. Una limitación para la producción en serie, pero una oportunidad para devolverle valor a lo único.

La colección Bajo San Juan es una invitación a habitar con conciencia, a rodearnos de objetos que no solo cumplen una función, sino que también cuentan una historia. “Cuando tus objetos cotidianos están cargados de significado, eres parte de un pequeño movimiento revolucionario contra el consumismo. Saber cómo se fabrican y el valor que tienen guía su cuidado y permanencia en el tiempo”, concluye Franco.

Esta colección propone una forma de vida. Una manera de mirar la imperfección como belleza, de reconocer en la madera un archivo vivo del territorio y de recordarnos que todo está conectado.