Así se transformó un apartamento de los 90 en un refugio contemporáneo lleno de luz
Camilo Garavito / octubre 20 - 2025

Este apartamento, con más de treinta años de construido, se transformó en un hogar luminoso y contemporáneo gracias a la mirada de la diseñadora Carolina Pinzón. Lo que era un espacio compartimentado, oscuro y obsoleto, ubicado en el norte de Bogotá, hoy es un lugar abierto, cálido y coherente, donde una pareja de padres jóvenes y sus tres hijos —en edad escolar— encontraron el escenario ideal para vivir su día a día.

El encargo partió de una necesidad muy concreta: generar tres habitaciones para los niños, lo que implicaba crear un baño adicional, una zona social integrada y un área de cine familiar. A partir de esas premisas, el proyecto se convirtió en una oportunidad para replantear la manera en que la familia habitaría sus espacios. “Más que modificar muros, se trató de transformar la forma de vivir la casa”, afirma Pinzón, quien lideró un proceso que integró arquitectura, diseño e ingeniería.

La primera decisión fue abrir la cocina y el comedor para conectarlos con la sala, un gesto que no solo favoreció la luz y la amplitud, sino que redefinió la vida social del apartamento, que gira en torno a la cocina, el corazón de la casa; en cambio, el antiguo estudio se convirtió en un cine: un lugar versátil, íntimo y acogedor que hoy funciona como epicentro de reuniones y encuentros familiares.

Por su parte, el espacio de trabajo lo trasladaron a una zona más privada, junto al hall de alcobas, donde los niños tienen ahora un estudio propio que aporta tranquilidad y concentración a sus rutinas escolares.

La transformación del apartamento
El reto no fue menor: eliminar muros, redistribuir habitaciones y baños, y actualizar redes hidráulicas y eléctricas, además de crear ambientes cálidos y cómodos que sean a la vez durables y fáciles de mantener.

“Parte del bienestar real de un hogar bonito no es solo que se vea bien, sino que no sea una tragedia mantenerlo”, afirma la diseñadora. Esa filosofía se tradujo en la selección de materiales nobles y resistentes, capaces de soportar el uso diario de una familia con niños, sin perder la sofisticación ni la belleza.

La definición de la materialidad fue esencial para otorgar carácter al proyecto. La madera aporta calidez en los cielorrasos y detalles, mientras que los revestimientos de fibras naturales y textiles de marcas como Omexco y Mark Alexander añaden riqueza táctil a los muros.

La piedra sinterizada —presente en la cocina, la chimenea y el bar— introduce solidez y atemporalidad, en contraste con las texturas suaves de tapetes y telas. “Queríamos que cada textura se sintiera real, que invitara al tacto y a la experiencia sensorial”, explica Pinzón.

La iluminación fue otro de los ejes fundamentales. El apartamento, a pesar de sus generosos ventanales, se sentía oscuro; ahora su diseño integra espacios y resalta materiales y texturas, además de que responde a criterios de sostenibilidad.

“Para nosotros, la iluminación arquitectónica no es solo un recurso estético; es una herramienta funcional que optimiza el consumo de energía”, asegura. Así, cada ambiente tiene su luminaria especial: la Flamingo, de la compañía Vibia, en la sala; la Candle, sobre el comedor, y la Cosmos, en la habitación principal —estas dos últimas suministradas por La Nuit—, son piezas decorativas que aportan sofisticación y crean atmósferas envolventes.

En los baños se exploró un lenguaje particular. El principal, sobrio y elegante, refleja la personalidad tranquila de los clientes, con porcelanatos de gran formato, madera y una tina que invita al descanso. No obstante, el social es un espacio donde la diseñadora se permitió ser más arriesgada: fibras naturales que se expresan en el papel tapiz, un lavamanos de concreto de la firma colombiana Konkretus y una carpintería en flor morado en la que se combinan superficies lisas y texturas alistonadas. “Siempre he dicho que en los baños sociales es rico atreverse, hacer algo diferente”, señala.

Los toques de color terminan de darle carácter a la casa. Aunque la base cromática es neutra, aparecen acentos inesperados: el púrpura de un sofá en la habitación principal, el fucsia en el baño social, los verdes profundos en el cine y los tonos vivos de la terraza son gestos que hablan de la confianza entre diseñadora y clientes, y de una manera de habitar donde la sobriedad convive con algo de atrevimiento.

El mobiliario y las piezas de diseño completan la atmósfera. La mesa de comedor de dos metros de diámetro —hecha por la firma Moblar—, la cocina de Cocinas Nicol y las lámparas cuidadosamente seleccionadas demuestran que este proyecto es el resultado de un trabajo colectivo. “Nuestro estudio no existiría sin un equipo multidisciplinario y sin proveedores que creen en las ideas y se arriesguen con nosotros”, asegura Pinzón.

Al final, el apartamento dejó de ser un lugar cerrado y pesado para convertirse en un espacio que refleja la esencia de sus habitantes. Un hogar donde la elegancia y la funcionalidad se funden con la calidez de los materiales, la fuerza de la luz y la alegría de los detalles. “Cada proyecto es la oportunidad de transformar sueños en experiencias reales, con la delicadeza y la responsabilidad que implica trabajar con la esencia de quienes los habitan”.

Cinco puntos para destacar de este proyecto
1. La cocina, abierta y conectada con la sala y el comedor, se convierte en el eje social del apartamento. Allí todo converge: luz, amplitud y vida cotidiana.
2. El antiguo estudio dio paso a un cine íntimo, mientras los niños ganaron un lugar propio para estudiar y concentrarse.
3. Las maderas cálidas, las fibras naturales y la piedra sinterizada construyen un lenguaje táctil y sensorial.
4. La iluminación arquitectónica resalta materiales y crea atmósferas envolventes, al tiempo que responde a criterios de sostenibilidad y eficiencia energética.
5. Un sofá púrpura, un baño social vibrante y acentos atrevidos son gestos que equilibran la sobriedad de la base neutra con la alegría de lo inesperado.