El CEFE de Chapinero es un parque vertical para todos los bogotanos
Revista AXXIS / abril 1 - 2025

La ciudad es el escenario de la vida colectiva. Es, simultáneamente, lugar de intercambios y encuentros en constante ebullición. Sus ritmos, su congestión y sus momentos de pausa definen nuestra vida urbana entre calles, plazas y parques. Por otro lado, la esfera de lo privado ocupa, casi siempre, el espacio interior; la intimidad prefiere ocultarse entre muros.

Parece como si el espacio público fuera exterior y el privado, interior. Sin embargo, esto no siempre es así; los edificios públicos aparecen como prolongaciones de la vida urbana, atravesados por las dinámicas de la ciudad. El papel que desempeñan es fundamental para la calidad de vida de las comunidades.

Cada Centro Felicidad (CEFE) es un equipamiento comunitario concebido para que los habitantes de distintos sectores de Bogotá tengan un espacio para la recreación, la cultura y el deporte. Adjudicados mediante concursos de arquitectura, el diseño de los cinco CEFE que hay en Bogotá hoy en día implicó el reto de generar un ámbito público, asociado normalmente con el afuera, en un ambiente interior.

Esta condición es particularmente cierta en el CEFE de Chapinero, diseñado por el estudio bogotano Alejandro Rogelis Arquitectura. “Esta zona tiene una oferta muy rica en términos de comercio, pero bastante pobre en materia cultural”, explica el arquitecto Alejandro Rogelis.

El proyecto surge a partir de la aparente contradicción de construir un espacio comunitario en uno de los sectores más exclusivos de la capital, ya que es habitual que las administraciones municipales les den prioridad a los barrios en proceso de consolidación para este tipo de intervenciones. Dicho conflicto permitió a los arquitectos cuestionar el sentido del CEFE en este sitio y diseñar el edificio no solamente para la comunidad local, sino también para la población flotante que trabaja en Chapinero.

Los valores urbanos de la zona, como alamedas y parques, fueron el punto de partida para una arquitectura que se distancia de la idea de exclusividad. En contraposición a la noción del edificio exclusivo, en esta obra se propone una postura incluyente, que se materializa mediante un sistema de circulaciones públicas que envuelven a la torre en una espiral ascendente, para terminar en una cubierta/parque a 45 metros de altura. “El espacio aéreo de la ciudad también es público”, señala Rogelis.

No se trata de un edificio colectivo convencional, acompañado por lo general de espacio público en el primer piso, pero con acceso y flujo controlados. Aquí el edificio es el mismo espacio público. Una calle vertical, sin restricción de acceso, que ofrece una mirada poco usual sobre la ciudad, volcada hacia los árboles en sus primeros niveles y hacia los cerros y el paisaje urbano en los últimos. “Este proyecto lo pensamos como cinco grandes ágoras”, explica.
Una calle vertical
La planta al nivel de la calle se deprime gracias a una gradería que configura un teatro completamente abierto, donde los transeúntes pueden disfrutar de puestas en escena y exposiciones de manera gratuita.
La dificultad de garantizar el adecuado comportamiento acústico de este escenario, debido a su apertura y relación directa con el sonido de la carrera 11, se solucionó con una serie de ranuras vaciadas directamente en la losa de concreto que cubre este espacio, para evitar la excesiva reverberación.

las fachadas, casi inmateriales, desdibujan su masa. Fotografía: Reinhard Mosler.
Por su parte, en el auditorio de audiovisuales subterráneo una gradería motorizada de última generación —importada y suministrada por la compañía Playgreens International— permite retraer las cuatro filas hacia un nicho destinado para ello, para así aprovechar el espacio para ser utilizado en otras actividades lúdicas y culturales.
Un nivel más arriba, el ágora polivalente tiene en su centro el “área de actividad, una cancha tipo polideportivo que se puede transformar para otros eventos culturales”, indica el arquitecto Rogelis.

Esta cancha, de vocación recreativa, alberga diversos tipos de deportes. Por esto instalamos una canasta de baloncesto en el techo, que se baja a la altura reglamentaria cuando se va a utilizar”, explica Emiro Ordóñez, fundador de la compañía Playgreens International, que también suministró el equipamiento completo para voleibol, las porterías para fútbol sala, el sistema retráctil de baloncesto y el tablero electrónico de resultados multideportivo.
“Es una tendencia mundial que estos espacios no solo sean deportivos, sino que de forma muy práctica se pueden transformar para albergar todo tipo de actividades».

Arriba del área polivalente, un café y una librería se posan sobre el gimnasio para asomarse al vacío de doble altura a través de un corredor en forma de U, que hace las veces de balcón. “En esta tercera ágora perforamos el edificio en sentido norte-sur, para que el aire atraviese completamente. Con esto conseguimos que esa alameda de la carrera 11 entre y se conecte con el parque de la calle 80”, expone el arquitecto Rogelis.

El gimnasio de este CEFE fue dotado con equipos de la empresa Movi-Fit, que tiene más de 20 años de experiencia, en especial en proyectos institucionales. Además, no solo equiparon el lugar con las
máquinas y herramientas necesarias para desarrollar las actividades correspondientes, sino que instalaron la superficie deportiva.
Esta fue fabricada con placas de caucho reciclado de un centímetro de espesor, en un patrón con forma de rompecabezas, que no se pega a la base. Este tipo de superficie está especialmente diseñada para espacios como este, en los que la seguridad y la comodidad son claves. Al continuar con el recorrido se llega a las piscinas, las cuales se nivelaron para desdibujar la presencia de los techos de los edificios cercanos.

“La idea es que cuando las personas naden vayan apareciendo los cerros en el ventanal. Por eso las ubicamos en este nivel, para lograr ese objetivo”, señala el arquitecto Rogelis. Para rematar, la cubierta funciona como un gran jardín que se conecta al cielo, apoyado por dos galerías de exposición.
Materialidad del edificio
La expresión del proyecto está determinada, en primera instancia, por el uso intensivo del concreto ocre y del vidrio. Además, se armaron las superficies acristaladas con un sistema de perfilería oculta que pone en primer plano el vidrio, mientras la secuencia de escaleras produce una cinta plegada de hormigón que actúa como paramento abierto, y se retrasaron los cerramientos, lo que da la impresión de no tener fachada… La fachada es la calle, es el andén que se vuelve torre.

Otro elemento en común en varios espacios del proyecto es el piso de adoquín, presente en terrazas, escaleras, salones y otras zonas descubiertas. Este fue provisto por la compañía Arcilla Santa Teresa —y fabricado por Casa Gres—. La referencia escogida por el arquitecto fue el ladrillo de ¼ × 26 color arena. Algunas de sus características son la alta resistencia, la durabilidad y la estética, pues su tono es versátil para diseñar.

“Es probablemente el piso más resistente para exteriores. Dura hasta 20 años en perfecto estado si se le da un correcto mantenimiento, que consiste simplemente en lavarlo y resellarlo cuando sea necesario”, explica Dumar Oteros, el gerente de Arcilla Santa Teresa.
La ejecución de la obra estuvo a cargo de un consorcio integrado por las constructoras Contein y Colpatria. La experiencia conjunta de ambas empresas garantizó que la calidad del diseño arquitectónico se tradujera en su construcción. Uno de los mayores retos técnicos fue la coordinación de los sistemas hidráulicos, eléctricos, de calefacción y de requerimientos especiales.

Al tratarse de un edificio completamente fundido en concreto, donde no es posible hacer correcciones posteriores, necesitaron de antemano y al detalle la posición de todas las salidas y recorridos de ductos; por esto fue clave la comunicación eficiente y constante entre los equipos técnicos, con el fin de evitar errores en la implementación de sus redes.
Con esta obra se ponen en tela de juicio algunas ideas comunes sobre la ciudad. En primer lugar, se rompe con la noción del espacio público como una manifestación únicamente exterior y se entiende que los edificios, al desmaterializarse, pueden ser calles y parques en sí mismos. En segundo lugar, se cuestiona la asociación de la seguridad con la construcción de barreras.

En palabras de Rogelis, “la seguridad se construye con apertura e integración, no con miedo”, lo que está en consonancia con los postulados de Jane Jacobs, periodista y activista estadounidensecanadiense que propuso teorías sobre la ciudad en la década de los sesenta.
Finalmente, en este proyecto se rechaza la exclusividad como un valor deseable en la ciudad, y se dispone un espacio colectivo para la integración social de personas de distintas procedencias y condiciones. Una torre que democratiza una Bogotá aérea, con calles/ escalera que llegan a un jardín bajo el cielo.
Cinco puntos para destacar
1. El CEFE de Chapinero forma parte de una red de equipamientos públicos en Bogotá, con usos culturales, deportivos y recreativos.
2. Alejandro Rogelis Arquitectura diseñó este proyecto como una torre que establece un sentido de continuidad con el espacio urbano de la zona.
3. La fachada del edificio es un sistema de escaleras públicas ascendentes que conectan los distintos niveles, concebidas como ágoras públicas en altura.
4. El primer piso de la torre está destinado a un teatro completamente abierto al público, gracias a una tribuna que conecta el nivel del andén con el escenario.
5. Este proyecto se concibió como una calle vertical que democratiza el espacio aéreo de la ciudad.