Casa Betsabé Espinal: un centro cultural que le cambia la cara al centro de Medellín
Mateo Arias Ortiz, editor digital de AXXIS / agosto 25 - 2025

Si se le hubiera dicho a un habitante de Medellín en la década de los noventa que en el futuro algunos de los mayores retos con los que la ciudad tendría que lidiar serían el turismo, el alza de precios y la gentrificación, probablemente no lo habría creído.

En su momento, los problemas eran otros. Robo, narcotráfico, sicariato, detonaciones de bombas terroristas, secuestro y la presencia de grupos armados ilegales hacían que en aquella época la capital de Antioquia albergara algunos de los barrios más peligrosos de Colombia.

Los márgenes y periferias urbanos eran los lugares en los que todos esos problemas se percibían más. Lo mismo ha sucedido históricamente con el centro de la ciudad, hoy habitado por diferentes poblaciones vulnerables.

Allí, en el barrio San Benito, es donde se erige la Casa de Cultura de Paz Betsabé Espinal. Durante años —siglos, quizás— se la conoció como Casa Zea, pues se dice que en ella nació el prócer de la patria Francisco Antonio Zea, en noviembre de 1766. Este dato sirve para entender la edad de la casa y también su importancia histórica.

A mediados del siglo pasado —en 1954, exactamente—, durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, declararon este edificio monumento nacional, el primero de Medellín. Perteneciente a MinCultura —Ministerio de las Culturas, los Artes y los Saberes de Colombia—, la Casa Zea estuvo administrada por la Alcaldía de Medellín durante años y ocupada por oficinas.
La arquitectura de Casa Betsabé Espina en Medellín
Ahora, el lugar cuenta otra historia: “La propuesta de convertir la Casa Zea en una casa cultural nació cuando estábamos buscando una sede física para la Biblioteca Popular Betsabé Espinal, una iniciativa cultural nacida en 2021 y nombrada así en honor de una joven líder trabajadora de la década de los cuarenta.

Con el tiempo, nos dimos cuenta del potencial que tenía el espacio para convertirse en un centro cultural que contribuyera a transformar este sector de la ciudad, que está deprimido y tiene varios problemas sociales”, cuenta Mauricio Builes, coordinador de la Casa Betsabé.
A pesar de estar a unas calles del Museo de Antioquia y del Banco de la República —referentes de la cultura en el valle de Aburrá—, esta casa es realmente el único centro con estas características en varias manzanas del sector, y está pensada para recibir un público más amplio.

“Aquí son bienvenidos todos: los colectivos de artistas, los sectores público y privado, los habitantes de San Benito, los visitantes y el sector educativo”, complementa Builes. El resultado del trabajo de su equipo es que los estudiantes de escuelas cercanas y los trabajadores populares que orbitan la vivienda la empiezan a concebir como un punto de encuentro.

Víctimas del conflicto armado en Colombia, trabajadoras sexuales, migrantes y obreros comienzan a ver en la Casa Betsabé un oasis para sus agitadas realidades, donde pueden ensayar teatro y danza, apreciar exposiciones o asistir a conciertos.
“La dirección exacta en la que está ubicada la construcción es la calle 51 # 54-71, pero para los habitantes del sector es más fácil identificarla por los nombres de sus avenidas: la esquina de Boyacá y Tenerife, en el barrio San Benito”, explica Juan David Belalcázar, gestor cultural de la Casa Betsabé.

Su arquitectura da cuenta del estilo de construcción colonial del siglo XVIII, pero su fachada evoca el estilo republicano. En su interior, más de 500 metros cuadrados están ocupados por un tradicional patio central con jardín, un patio trasero y varias habitaciones que han visto pasar personas e historias a través de sus paredes de tapia, bajo sus techos con vigas a la vista y sobre sus coloridos pisos.
Un llamado de paz
En el siglo XIX, la Casa Zea se intervino y se remodeló. Desde entonces, ha pasado por muchas manos. Hacia finales de los años ochenta, formaba parte de un paisaje violento y problemático, frecuente en la Medellín de entonces. Por esos días, se produjo uno de los documentos que mejor retrataron a esa ciudad: la película Rodrigo D: No futuro, del director antioqueño Víctor Gaviria.

En esta historia, el actor Ramiro Meneses interpreta a un joven obsesionado con el punk. Está reacio a participar en cualquier otra cosa que no sea tocar batería y formar una banda. Se resiste a seguir inmerso en un entorno marginal que lo ataca por diferentes frentes. Ese ambiente convulsionado, peligroso e inestable quedó registrado no solo en la cinta, sino también en una serie de fotografías que hizo Hernando Tejada durante el rodaje.
Los coordinadores de la Casa Betsabé —bautizada con este nombre a principios de año— se dieron a la tarea de reunir estos documentos y organizar la exposición “No futuro”, en la que se presentan 20 de las fotos que tomó Tejada en el curso de la producción de la película.

Si bien esta exhibición no marca la inauguración formal de la casa, sí es un reflejo de las intenciones que tienen sus gestores y sus habitantes para su porvenir, pues este evento marca un inicio de lo que pretende ser un punto de encuentro y reflexión cultural, con un enfoque de construcción de paz, en un territorio históricamente afectado por la violencia.

“Esta muestra es una muy buena excusa para entablar una conversación y formular algunas preguntas sobre la violencia en Medellín con una perspectiva de tiempo: ¿qué estaba sucediendo en la ciudad hace 35 años y cómo ha cambiado? Esta casa ha visto pasar frente a sus muros una serie inconmensurable de cambios.
También vale la pena preguntarse qué va a pasar con esta parte del centro con miras hacia el futuro, teniendo en cuenta la intención de cambio y de paz que tiene la Casa Betsabé”, cuestiona Juan David Belalcázar.

Por su parte, Mauricio Builes hace una reflexión sobre la arquitectura del edificio, y tiene que ver con sus puertas. Son tres: la principal y dos de servicio. En el largo historial que ha tenido este inmueble, por las puertas traseras pasaron las personas de la clase trabajadora, mientras que el acceso del frente estaba reservado para unos pocos. “Hoy, el portón grande está abierto para todo el mundo”, concluye Builes.
Esta muestra ya está abierta al público y la entrada es libre.