Una casa clásica antioqueña cerca de Puente Iglesias junto al río Cauca

Inspirado en los clásicos hogares antioqueños con sus corredores, este proyecto se vale de dos volúmenes desarticulados para darle un giro contemporáneo a la propuesta.

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Esta casa se encuentra cerca de Puente Iglesias, Antioquia, sobre un cañón generado por uno de los afluentes del río Cauca. Su entorno natural es la cordillera Occidental, entre una zona caracterizada por su desarrollo eminentemente agrícola. “Inicialmente, sus dueños, dedicados a la agricultura, la imaginaron como una vivienda de campo en medio de su lugar de trabajo, un sitio para pasar el fin de semana rodeados de naranjales”, recuerda el arquitecto antioqueño Hernán Arango, quien junto con su colega Mateo Agudelo se encargó de conceptualizar y desarrollar el diseño.

En un paisaje homogéneo, los arquitectos hallaron dos enormes árboles centenarios –piñones de oreja–, muy característicos de la zona, y decidieron posar la vivienda a su lado. “La casa se podía hacer prácticamente en cualquier lugar del naranjal –comenta Arango–. La presencia de estos fue el pretexto perfecto para armar un espacio y utilizarlos como preámbulo”. El acceso vehicular pasa entre ellos como antesala, para encontrarse finalmente con el edificio construido. Su diseño, inspirado en el clásico hogar antioqueño con corredores, se percibe sobrio, abierto e integrado con el entorno natural.

La cocina elimina la presencia de muebles altos con el fin de permitir que el espacio disfrute completamente del paisaje circundante.

Las cubiertas se convierten en el elemento más contundente del diseño. Flotando sobre los espacios construidos, su estructura sólida de madera los llena de color y carácter.

Dos volúmenes dislocados, uno en forma de L que alberga las zonas más públicas de la casa y uno longitudinal que compone el área de habitaciones, funcionan alrededor de un patio central, alargado y abierto hacia el paisaje. “Vimos y le presentamos al cliente mucha arquitectura mexicana de referencia, como las obras de Luis Barragán y Macías Peredo, y entendimos que este tipo de lenguaje material iba bien con el proyecto”. Aparece así la idea de una vivienda con una materialidad austera y natural, e irrumpe con fuerza la madera como elemento predominante, que otorga todo su carácter a lo construido.

La casa alberga cuatro habitaciones, incluida una principal y una de invitados. Para liberar de muros el área social, completamente abierta e ininterrumpida, el diseño lleva la cocina hacia un costado. Con ello desmaterializa el encuentro entre ambos volúmenes al integrar el espacio con el paisaje. Debido a la tipología elegida, “las cubiertas se convirtieron en el elemento más importante. Decidimos trabajar con mucho cuidado la cercha estructural, dándole cuerpo, carácter y prescindiendo de los apoyos perimetrales de las casas tradicionales”. No solo desecharon los apoyos, también el canal que suele rematar los aleros de los techos, con el propósito de ofrecer un perfil delgado y limpio. “De esta manera se ve el agua caer directamente a los jardines”.

Las camas también fueron diseñadas por los arquitectos. Exhiben el lenguaje sólido y atemporal que
le otorga la madera.

La estructura de la cubierta la construyeron de abarco, mientras que el cedro aparece en los listones que definen las paredes de la cocina, los pisos, los muebles y demás acabados. Los tonos de las maderas se precisaron en la obra y sus texturas cálidas poblaron poco a poco todos los ambientes interiores. Complementaron la paleta con superficies de piedra natural, utilizada para los suelos exteriores y los baños, y con sencillos muros de pañete rústico y pintura compusieron un lugar austero, cálido y relajado.

“Nos la jugamos por hacer una casa sin vidrio”, recuerda su arquitecto. Tampoco incluyeron aire acondicionado para apostarle a una estrategia totalmente sostenible. Es así como aprovecharon las alturas de las cubiertas a dos aguas para tener ventilaciones cruzadas en la parte superior de los espacios, y diseñaron persianas en las puertas y ventanas que, protegidas con anejos posteriores, permiten el paso del aire y dejan afuera los insectos. También incorporaron sobre el techo una serie de paneles fotovoltaicos que sirven de apoyo en la generación de la energía que requiere la vivienda para su funcionamiento.

Resguardada del sol con sus grandes aleros y aprovechando los vientos del lugar, la casa se integra y refuerza su paisaje circundante. Sus jardines exhiben una vegetación nativa, tropical y exuberante, en atractivo contraste con las líneas rígidas de la arquitectura y las explosivas geometrías y tonalidades propias de la naturaleza. 

El jardín central se convirtió en pieza fundamental del diseño, con una composición heterogénea que mezcla especies tropicales, múltiples intensidades de verde y algunos puntos de color. Remata la construcción, desmaterializado, el espacio abierto de la zona social, que recoge el patio interior mientras da frente a la piscina de borde infinito. Acabada en pizarra negra para reducir el impacto de su presencia, esta última goza de una espectacular vista sobre los Farallones de La Pintada y termina de integrar por completo la casa con su entorno. ■

Lea aquí también: Arquitectura antioqueña: entre las montañas y el cielo.

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