8111: uno de los edificios más destacados del año
Camilo Garavito / septiembre 12 - 2019
“La pregunta que quisimos responder con este ejercicio fue: ¿cómo hacer un edificio de oficinas singular?”. Así comienza la descripción de este proyecto el arquitecto Daniel Bonilla, quien acompañado del equipo de Taller de Arquitectura de Bogotá, estuvo a cargo de su diseño arquitectónico y la coordinación técnica.
El nombre del edificio, 8111, se debe a la nomenclatura de su ubicación en Bogotá. Rodeado de una multiplicidad de usos –comercio, oficinas, restaurantes, viviendas–, el proyecto responde a un contexto urbano, activo y diverso.
Una de sus particularidades es la manera en que reacciona al entorno: genera en su frente un espacio público amplio, limpio y generoso. A partir de un andén ancho y continuo, y de una textura de piso homogénea, brinda al ciudadano un pequeño respiro en medio de lo caótica que puede llegar a ser la capital.
“En términos de espacio público no hace falta inventar demasiado. Las ciudades más exitosas en este aspecto son aquellas que ofrecen soluciones sencillas, como Barcelona, por ejemplo”, comenta Bonilla. La ciclorruta se diseñó 50 centímetros más ancha que la existente en el entorno para permitir mayor comodidad a los ciclistas; además, se aprovechó el mobiliario urbano –definido en el mismo material del andén– para generar bancas y materas para los árboles, que por su posición estratégica separan y protegen al peatón de la velocidad de la bicicleta. El resto es una superficie ininterrumpida de adoquines de concreto que le da continuidad a la ciudad.
Posado sobre este espacio público, limpio y generoso, se erige 8111, un volumen abstracto de concreto y vidrio. Saltan a la vista las diagonales que conforman su estructura, componentes principales que definen su imagen e identidad. El diagrid, un sistema estructural compuesto por un tejido de costillas diagonales que se intersecan, no solo garantiza la solidez y estabilidad del proyecto, sino que le otorga un carácter único y singular. Más comúnmente utilizado a partir de piezas metálicas que dan rigidez lateral a los edificios de gran altura, en este caso lo construyeron en concreto, que le aporta mayor masa y peso.
El uso del concreto para estas diagonales trajo retos particulares, lo que requirió una investigación técnica importante para ofrecer una solución a la formaleta: que fuese económica y reutilizable, adaptable a la geometría cambiante de las diagonales y que, a su vez, aguantara los grandes empujes que ejercía el material en su estado líquido durante el proceso de fundición. “Intentamos también aportar al desarrollo tecnológico y generar posibilidades de nuevos procesos constructivos”.
El cuerpo del edificio se crea a partir de diagonales más pequeñas, esbeltas y repetitivas, mientras que el basamento se compone de otras más grandes y espaciadas, que recogen el tejido superior para transferirlo al suelo. De esta manera, la estructura expresa con claridad la diferenciación de usos: oficinas en las plantas superiores y comercio en los primeros pisos.
Su distribución perimetral no solo compone el lenguaje de la fachada, sino que libera prácticamente por completo el interior y le permite total flexibilidad a la hora de configurar las diversas áreas.
El tejido estructural perimetral lo revistieron con una piel de vidrio, cuyo reto principal fue asegurar el adecuado control térmico y acústico para ofrecer el confort requerido en los espacios interiores y, a la vez, ser lo más transparente posible para que la estructura se aprecie claramente desde el exterior. Evitaron soluciones basadas en el color o la opacidad del material, y optaron por un vidrio laminado con cámara de aire, cuyo alto nivel de transparencia garantiza la respuesta tanto estética como funcional.
La certificación de sostenibilidad LEED en categoría Gold que recibe el edificio soporta el acierto en la estrategia de fachada, a la vez que reconoce los esfuerzos realizados en términos de conservación de los recursos a partir de la reutilización de aguas lluvias para riego y el uso de sistemas de iluminación y ventilación eficientes.
El concreto y el vidrio son los protagonistas en todo el edificio, con excepción del lobby de acceso y los espacios especiales, que revistieron de madera y mármol Villa de Leyva. En los ambientes comunes y algunas oficinas instalaron el cielorraso MetalScreen, de la compañía Hunter Douglas, el cual complementa con su materialidad y versatilidad el lenguaje planteado por la arquitectura.
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A partir de una materialidad sencilla, un ejercicio estructural claro y contundente, y un espacio público limpio y generoso, el proyecto expresa claridad y sencillez, además de resaltar sobre su entorno sin hacer demasiado ruido.
El próximo 5 de octubre se realizará la nueva edición de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, esta vez con sede en Asunción, Paraguay lugar donde debutará esta celebración.