Una casa anclada en la montaña a las afueras de Bogotá
Fotografía: Mateo Pérez. Producción: Ana María Zuluaga. Texto: Gabriel Hernández. / junio 6 - 2014

Aunque desde hace más de veinte años han diseñado y construido casas a las afueras de Bogotá, Ivonne Valencia y José María Rodríguez no han hecho dos proyectos iguales. Aunque han desarrollado un lenguaje de clara geometría, que tiene una estrecha relación de los espacios con su entorno visual y climático, cada nuevo encargo ha traído consigo un enfoque diferente por la topografía, el programa arquitectónico, los deseos de cada cliente, entre otros factores.
En este caso, tan pronto como inspeccionaron el sitio caracterizado por una fuerte pendiente, una quebrada lateral y la vegetación de bosque tropical seco,Ivonne y José María les recomendaron a sus clientes hacerse a la parcela colindante con el fin de mejorar las condiciones paisajísticas de la propiedad y así asegurar la vista hacia el valle. Con la ampliación del lote, decidieron ubicar la construcción en la parte más alta del terreno y esconder en una trinchera en la montaña la vía de acceso para asegurar la privacidad.
Desde el parqueadero, ubicado en la terraza superior, se baja a la casa, lo cual planteó la primera dificultad: los propietarios querían que el diseño tuviera una circulación sin peldaños, fácil de recorrer. Esta solicitud explica la rampa en dos tramos, paralela al volumen principal.
Los dueños también querían que la casa de dos pisos se manejase como si fuera de un solo nivel. La manera de cumplir con esta insólita exigencia fue hacer que los dos pisos tuvieran, prácticamente, la independencia de dos apartamentos en un mismo edificio.
El nivel principal se halla a ras del suelo y allí quedaron los espacios y los servicios a disposición de los propietarios: la alcoba principal con un generoso baño, un estar de televisión, la zona social que integra la sala y el comedor, una amplia cocina independiente y la zona de servicios y lavandería. En el nivel superior, al que se llega cruzando un puente que está en el mismo nivel del acceso, se dejaron tres habitaciones con un estar intermedio y terrazas en los extremos. En esta zona se alojan los hijos y los nietos, o los huéspedes, con comodidad e independencia.
Un espejo de agua en el patio de acceso y una piscina frente a la sala refrescan el ambiente, pues su tono azulado permite destacar la claridad de los pisos de mármol crema Siena y el blanco de los muros. El antepecho del corredor de las alcobas de huéspedes, las terrazas y el borde del alero, pintados en gris basalto muy tenue, enmarcan el volumen del segundo piso.
El verde de la vegetación, el tono claro y la forma de la casa hacen pensar en un barco anclado en la montaña. Así lo siente José María, quien señala que la construcción tiene el rigor y la precisión de la construcción naval, a lo que se añade el diseño de las mamparas corredizas de madera de las habitaciones, la apariencia liviana de los muebles de superficies sintéticas, la estructura de aluminio, y la forma misma de la casa, con un cuerpo principal alargado, corredores lineales y fachadas abiertas sobre ambos costados.
La continuidad de las superficies y la sencillez de una arquitectura que no permite ocultar errores constructivos requirieron una impecable coordinación de diseño, a cargo de Carolina Rivera.
El clima privilegiado de la zona, a 1.000 metros sobre el nivel del mar, se disfruta plenamente gracias al esquema de ventilación cruzada que refresca todas las habitaciones, aun cuando estén cerradas. Y para tenderse al sol, están tanto las terrazas del segundo nivel como el área que rodea la piscina, que queda unos escalones más abajo de la zona social para que las sillas asoleadoras no se vean desde la sala.
En medio de la claridad predominante, el único objeto de arte es una fotografía en alto contraste tomada a Norma Jeane Baker, la bella y talentosa joven que después sería mundialmente conocida como Marilyn Monroe. Salvo ese detalle, los espacios y su amoblamiento están concebidos para no llamar la atención y crear una atmósfera de descanso, que le dejan el protagonismo al clima, al paisaje y el gusto de los propietarios por la tranquilidad. Allí siempre es bienvenida la música. Una casa anclada en la montaña