Un apartamento cálido y austero hecho con la arquitectura tradicional bogotana
Camilo Garavito / febrero 12 - 2020

Ubicado en el norte de Bogotá, inmerso en un tejido residencial tranquilo, rodeado por parques y vegetación, este apartamento disfruta de un contexto envidiable.
Su diseño responde a un lenguaje arquitectónico tradicional, muy bogotano, donde el ladrillo, la madera y el verde de la naturaleza se complementan para concebir edificios sencillos, austeros en su materialidad, pero amables, acogedores, llenos de calidez y generosos en su calidad espacial y en su relación con la luz y el entorno.
Conozca el apartamento que se convirtió en una galería de artistas nacionales e internacionales.
El apartamento, que funciona en dos pisos, ubica sus espacios más sociales, como el hall de acceso, el salón-comedor-cocina y el estudio-biblioteca en la planta baja, y las partes más privadas en la superior. El primer nivel está prácticamente rodeado de terrazas: zonas de extensión de las áreas interiores, cargadas de vegetación, que permiten a sus habitantes entrar en relación directa con el verde y la tranquilidad de su contexto. Amplios ventanales dan acceso al exterior, llenan todo de luz y generan un hogar amable y confortable, además de difuminar los límites entre adentro y afuera.
La paleta de materiales que ofrece la arquitectura es deliberadamente restringida, pero con un carácter muy local. Ladrillo de gran formato y vidrio en sus fachadas perimetrales, muros y cielorrasos blancos en su interior, y un piso de madera que se extiende por todas partes. Esta combinación se despliega en una sucesión de ambientes generosos, donde la doble altura de la zona social se convierte en el corazón de la vivienda e inunda el apartamento de luz.
Embebida en esta paleta de materiales, cálida y austera, transcurre una cotidianidad llena de recuerdos y experiencias, un sinfín de muebles, obras de arte y objetos varios. “Es una recopilación de cosas que se nos han cruzado a través de la vida, de viajes, de momentos”, explica su propietaria. Esta mezcla, “ecléctica y algo étnica”, llena de color, texturas y carácter al lugar.
El hall de acceso es neutro y blanco. Sus proporciones angostas llevan la mirada de quien accede hacia la doble altura de la zona social, enmarcada por un puente de estructura metálica, que flota sobre el ambiente y recibe la circulación del segundo piso.
El salón-comedor, que disfruta de una buena altura, se puebla con mobiliario, colores y texturas. Salta a la vista la calidez de los sofás de cuero, las pieles naturales y los tejidos donde las fibras y el color son protagonistas. La poltrona, con su diseño italiano, fue tapizada en terciopelo francés con figuras geométricas. El tapete central, adquirido en Turquía, exhibe sus colores intensos y sus tejidos kurdos, donde cada uno de sus gráficos relata una historia.
La mesa de centro de la sala y la del comedor son piezas extraordinarias de madera. “El comedor me lo encontré en Mompox, en un viaje que hice hace muchos años. Es un árbol caído que estaba en la casa de un austriaco”, recuerda su propietaria, quien de esta pieza de madera en desuso decidió construir lo que ahora es el corazón de la vivienda.
El estudio-biblioteca es tal vez el espacio de mayor uso. Amoblado con un cómodo sofá en L y una mesa de trabajo, sirve para comer, leer y sentarse a escuchar música. Los cojines, las mesas auxiliares, los libros y los objetos decorativos fueron todos, también, recogidos por el camino, sin una línea de diseño en particular, simplemente registrando los encuentros casuales que brinda la vida.
Al segundo nivel se accede por medio de una escalera ligera y esbelta, cuya delgada estructura metálica plegada la hace flotar en el lugar. La circulación del piso superior ofrece múltiples balcones y visuales hacia la zona social, y a su vez conecta a través de los grandes ventanales con el verde y la luz del exterior. Las dos habitaciones, de acuerdo con la estética planteada en el resto de la vivienda, exhiben fibras naturales, colores y texturas cálidas en su mobiliario y decoración.
Y si bien la materialidad, el mobiliario y la decoración de la vivienda generan un ambiente cálido y hogareño, el apartamento tiene un sistema de calefacción incorporado para escapar por completo del frío bogotano. Su interior se convierte así en un espacio íntimo y acogedor, que cuenta la historia de sus habitantes con arte, color, muebles y objetos.