‘Era un área común y ahora es el mejor apartamento del edificio’
Camilo Garavito / noviembre 1 - 2022
Juan Carlos Arcila-Duque es barranquillero, curador de arte, diseñador y autodidacta. Tras vivir por varios años en el exterior, hace unos diez retomó su contacto con el país, primero con Bogotá, luego con Cartagena y finalmente con este apartamento en Barranquilla.
“Cuando llegué a esta ciudad empecé a buscar un lugar que reflejara los recuerdos que tengo de ella y que, de alguna forma, se enlazaran un poco con mi manera de vivir. Encontré este edificio en construcción en el viejo Prado, con vista al río, un proyecto en el que la arquitecta Carmen Mazariegos trabajó con cajas de aire, jardines flotantes, colores distintos en cada piso y calados típicos de Barranquilla. Esto me revivió esas imágenes”.
Lo que hoy es un loft con las estancias necesarias en un solo espacio fluido e ininterrumpido, era inicialmente el área común del edificio que lo alberga. Al encontrarla, Arcila-Duque decidió que sería su hogar para disfrutar de la vista al río, la doble altura y el aire que ofrece el lugar.
El reto: adaptar el espacio
Tras convencer a la constructora de ajustar su plan inicial, el reto se convirtió entonces en “cómo convertir un área común en un lugar habitable. Tenía algunas cosas claras: quería ver la ciudad desde la cama cuando estuviera de visita en Barranquilla, tener una cocina expuesta, además de mucho aire y espacio para exhibir obras de arte”.
La estética general de este apartamento en Barranquilla se define a partir de una paleta de colores restringida. “Soy bastante monocromático. No soy amigo de elegir muchas texturas dentro de un solo espacio. Me gusta que se sienta más natural”.
El material del piso y la cubierta, concreto a la vista, marcó la pauta del color y las texturas por incorporar. Para resaltarlo utilizó unas luminarias “de diseño típico de los años setenta. ¡Me encanta el efecto estrella que dan en el techo!”.
Con el fin de mantener la homogeneidad y evitar demasiados contrastes, los tonos de la madera utilizada se limitaron a dos. Adicionalmente, concibieron una cocina compacta, contenida en una sola pared. Los gabinetes, zonas de servicio y demás fueron diseñados como un solo elemento de suelo a techo, con lo cual se conserva la amplitud y se enfatiza la generosa altura del espacio.
El papel de colgadura que da fondo a la habitación “es un regalo que me hicieron hace muchos años de Armani Casa. Se llama Versailles y va perfecto con el color del piso. Genera un ambiente tranquilo y permite que el arte sea lo que hay que ver”.
Una historia contada en objetos
Albergados dentro de este contenedor homogéneo y apacible se encuentran los muebles y obras de arte, objetos con orígenes diversos, cargados de significado y de memorias de vida.
“Las sillas del comedor y las de la sala son art déco, que encontré en un anticuario en Barranquilla. Las restauramos tapizándolas con telas que tenía de otros proyectos. La base de la mesa del comedor es de un diseñador francés llamado Christian Liaigre. La original era un poco pequeña, así que le cambiamos la tapa por una pieza de mármol de Carrara”.
El sofá fue comprado en Restoration Hardware, mientras que la mesa de centro es diseño de Minotti. “Las obras de arte son de artistas que colecciono, y algunos pósteres de exposiciones que he curado en distintas ciudades: el que contiene la imagen de [la actriz alemana] Marlene Dietrich fue una exhibición para el museo de Forbes, en Nueva York; y la de Horst para el museo de Leica, en Estambul. Decidí enmarcarlos, darles la vida y la calidad que se merecen según lo que significan para mí”.
Arriba del aire acondicionado está la primera obra de arte que compró. “Es un dibujo que se llama Proyecto para ritos privados, elaborado por el artista barranquillero Álvaro Erazo”. El autorretrato de Dora Franco también está lleno de significado.
Junto a él, la base de la matera –que contiene la lengua de suegra– diseñada por el francés Philippe Starck se suma a las obras de Formento + Formento, Keith Haring y a piezas de artistas japoneses, brasileños, norteamericanos y argentinos: “Es un poco la vida puesta en un espacio”. También se unen la lámpara vintage –un diseño clásico de la firma Flos‒, la banca tejida con motivos africanos y mil historias por contar.
Diversidad improvisada en este apartamento en Barranquilla
Las cortinas que enmarcan el balcón están hechas con telas de El Machetazo, “un almacén popular de Barranquilla”. Los velos nacionales a ambos lados del blackout, en blanco hueso y verde, funden el color y la paleta del interior con la luz del exterior.
Detrás de ellos la vista sobre la ciudad, a la que se le incorporaron palos de bahareque en la cubierta para dialogar con la celosía de concreto de la baranda y reafirmar aquella estética sencilla llena de carácter local.
“Mis diseños no son de una sola tienda. Mis proyectos suelen ser accidentales, sin programar. Voy por la vida viendo cosas que combinen, sin importar su autor ni de dónde provengan”. Y así, con un lenguaje radicalmente íntimo y personal, Juan Carlos Arcila-Duque retomó el contacto con sus raíces con este apartamento en Barranquilla.