Una casa de estética campesina e iluminación natural, ubicada en Altos de Yerbabuena
Fotografía: Andrés Valbuena. Producción: Carolyn Gilchrist. Texto: Claudia Aguilera / enero 12 - 2015
La premisa inicial fue construir una cabaña rural que armonizara con el entorno. Y allá entre las montañas, donde se divisan La Calera y Sopó, y Bogotá se vuelve un recuerdo, el arquitecto Germán Vernaza lo logró.
Con el fin de mantener la identidad campesina y la unidad del diseño del techo de paja, escogió materiales orgánicos como el eucalipto rollizo para las vigas o el lazo de fique y palma calicá para los amarres y el tejido interior, estos realizados por un experimentado artesano colombiano.
El cedro de las puertas y el sapán sin pulir en los pisos acentúan el carácter rústico de los 400 metros cuadrados de construcción y de los cerca de 200 metros de terraza, pues la veta en la madera y las heridas del aserradero se notan con claridad. Así mismo, ventanales de diferentes dimensiones y nichos de ladrillo recocido, embarrados de arcilla y cemento, rodean la casa.
Esta vivienda, de dos plantas y con vista de 360 grados, se construyó en función de conservar y respetar el entorno natural. Por ello no derribaron ni un solo árbol nativo y la separación de las tres habitaciones se definió por medio de uno muy imponente.
La iluminación natural la creó el arquitecto con túneles y laberintos de luz en ventanas verticales que conectan los ventanales del segundo piso con el primero y combinan lo natural y lo artificial. Como resultado, aquella se filtra de manera permanente, fluye y habita todos los rincones.
Un camino de ladrillo tolete marca la entrada a la casa desde el portal. El mismo material está dispuesto en espina de pescado en el parqueadero, las paredes, la chimenea y en los nichos exteriores de luz.
Dos puertas conducen a la vivienda: una va desde los parqueaderos hasta la cocina, el comedor, la sala y la terraza que bordea el área social en forma de ele sin pasar por las habitaciones; la otra es lateral y lleva a la zona familiar.
Los tonos neutros resaltan con el colorido de una decoración muy influenciada por la estética mexicana, la cual puede apreciarse en la habitación principal así como en el baño social, uno de los cinco con que cuenta la casa.
La cocina, por su parte, evoca la atmósfera propia de las plazas y le da un aire particular a ese espacio que juega con el mobiliario de la sala y el de la terraza.
Además del área social y la zona habitacional, la casa ofrece un nuevo espacio, independiente, que se mimetiza con el paisaje. Un horno de leña con aire toscano, rodeado de vegetación nativa, se convierte en otro lugar ideal para reunirse en familia o con amigos y disfrutar al máximo esta propuesta arquitectónica que está en armonía con su entorno.