Una casa colombiana caribeña hecha con techos ecológicos bambú y madera

Con una vegetación exuberante y tropical de fondo, los arquitectos de la firma Rodríguez Valencia plantearon en un lote inclinado una casa de descanso contemporánea con elementos rústicos y toques africanos.
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Con el tiempo resulta normal que las familias cambien, cuando los hijos se casan y llegan los nietos, la arquitectura debe adaptarse a las nuevas necesidades y, en este caso, era albergar desde dos personas hasta veinte de manera cómoda y eficaz. Para este fin, los propietarios eligieron a la firma Rodríguez Valencia Arquitectos.

 

Para los arquitectos José María Rodríguez e Ivonne Valencia, encargados del proyecto, la pregunta que se formularon era: ¿Cómo lograr asombrar con los elementos interiores que requiere una casa de campo tradicional? Ese fue el desafío para este programa compuesto por cinco alcobas, sala, comedor, cocina y piscina. Su respuesta, una arquitectura de remembranza que genera sorpresa y emoción al recorrerse.

Al llegar a la vivienda, una amplia puerta con marco de grandes dimensiones invita a seguir, pero, paradójicamente, al ingresar el espacio es cerrado, un patio mudo obliga a dar la vuelta sobre un primer jardín. A continuación, una escalera lleva a la cubierta con techos ecológicos y, luego, a dos habitaciones idénticas, ambas con vista sobre el cañón, y a un gran estar de alcobas donde sobresalen las pérgolas; en esta área la mampostería se rompe a través de unos cubos de madera que le dan un toque caribeño a la casa.

En el primer piso, el recorrido continúa hasta un patio central, un espacio verde diseñado por Germán y Javier Carvajal, de Arquitectura Paisajista, donde los muros desaparecen para evocar la naturaleza salvaje y donde el bambú se teje para definir un límite. Alrededor de esta zona están organizados los demás ambientes: una habitación para huéspedes, una alcoba para la hija y los nietos de la dueña, y un estar en medio de estos dos dormitorios; detrás del muro de bambú se hallan ubicadas la cocina y la zona de servicio con despensa y lavandería.

Así mismo, el acceso a la alcoba principal también está sobre el patio, pero se extiende hacia el frente de la casa; en este mismo eje están planteados el salón y el comedor, zona que da hacia la terraza para rematar en la piscina, dividida por un puente de madera sintética blanca que entrega a un área que se considera fundamental para los propietarios: un BBQ con comedor, cuya pérgola parece volar sobre el cañón. El desnivel en esta parte del terreno es aprovechado para implementar un gimnasio con un jacuzzi, el cual da la sensación de flotar sobre la montaña al estar en toda la esquina. Con esta distribución los arquitectos buscan que los dueños, al estar solos, puedan usar de manera confortable el frente de la vivienda, donde están todos los servicios.

En esta casa campestre el foco de atención es el mobiliario, los jardines y la vista, por eso los colores escogidos por Rodríguez y Valencia son pocos. Igualmente, la reminiscencia del tejido resulta fundamental para estos arquitectos, que llevan años investigándolo y alude a algo más etnográfico. Esto se refleja en los materiales y elementos escogidos: hierro para las puertas y pérgolas, mármol para generar texturas en los muros y plantas para cubrir las paredes de mampostería.

Esta propuesta arquitectónica sorprende en cada rincón con su inesperado recorrido, el cual evoca bien sea un recuerdo o una respuesta del presente; un trayecto claro pero laberíntico que produce asombro y emoción, donde el visitante siempre tendrá algo más por descubrir.

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