Conozca esta casa bioclimática: piedra y concreto en Llanogrande
Texto: Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana. Fotografía: MAT Fotografía, cortesía arquitecto Eduardo Múnera. / julio 10 - 2019
La arquitectura es casi siempre un servicio, un trabajo para otro. Ya sea una familia que encarga una casa, un desarrollador inmobiliario que requiere un proyecto con márgenes óptimos de utilidad o una empresa con necesidades específicas; la arquitectura suele estar sujeta a los deseos de un tercero o a las dinámicas de un mercado.
Pero, al mismo tiempo, diseñar es una acción introspectiva, íntima. La personalidad del arquitecto, si este es uno bueno, queda impregnada en lo que hace. Sus búsquedas, gustos e intereses se asoman en lo que dibuja y construye. La tensión entre las motivaciones individuales de quienes crean y la realidad utilitaria de lo inventado suele ser el camino que da forma a un proyecto.
Esta casa, diseñada por el arquitecto antioqueño Eduardo Múnera y construida por Bioclimática –empresa que además se encargó de la coordinación técnica de redes y ejecución de la obra, entendida como cimentación, estructura, acabados, fachadas y pisos duros exteriores–, está concebida tanto como un proyecto para ser habitado por él, como para venderse eventualmente. La vivienda está en un punto intermedio entre el servicio y el capricho. Ubicada en una parcelación en Llanogrande, en las afueras de Medellín, está construida al borde de la vía de acceso con el fin de liberar de manera efectiva la mayor cantidad de área posible en el lote.
Al enfrentarse a ella, tres volúmenes herméticos ensamblados entre sí reciben al visitante. Las fachadas cerradas de esta cara revelan una intención clara: aislarse de la vía y los vecinos. La materialidad del proyecto se convierte en su expresión: concreto, piedra y madera muestran sus texturas crudas y colores propios, mientras todo indicio de accesibilidad se desdibuja al quedar mimetizadas las puertas en la superficie de madera del primer nivel.
Una vez adentro, la casa se abre hacia el jardín al cambiar los muros ciegos por grandes ventanales. Esto logra un efecto de umbral en el que tanto el emplazamiento del inmueble como el contraste entre sus frentes –uno cerrado y el otro casi cristalino– separan al mundo exterior asociado con la ciudad, del interior familiar vinculado al jardín.
La distribución interior es franca y pragmática. La planta baja alberga un espacio de estacionamiento anexo a un área de servicios y a un gran ambiente social con salón y comedor generosos. La cocina está diseñada como un elemento que articula el adentro con el afuera: su isla suelta en una de las esquinas permite abrirla hacia una terraza. Los dos muros de piedra que confinan el cuerpo de servicios se prolongan hasta la zona verde para definir una porción de vegetación parcialmente contenida, delimitada de manera sutil.
Una escalera de lámina metálica se pliega y se descuelga sobre el muro que da respaldo al espacio. Ya en el segundo piso, tres habitaciones y un estudio están organizados en galería a lo largo de un corredor. Una ventana corrida y profunda, de grandes dimensiones, ilumina y ventila cada recinto en este nivel, mientras la cubierta plana que remata la volumetría termina de vincular al proyecto con la tradición de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX. Una tradición forjada en la utilización de formas contundentes y materiales expuestos, sin maquillaje.
Si bien el esquema funcional hace genérica la casa, en tanto podría serle útil a cualquier familia más o menos típica, los detalles están llenos del carácter de Múnera. La paleta de colores, los enchapes interiores, los objetos decorativos y el mobiliario ponen en evidencia los gustos de su creador y habitante. Encontrar el equilibrio entre hacer una vivienda personal y para cualquiera no es sencillo, requiere gestionar los afectos propios con el sentido comercial. Quizás esta sea cualidad más relevante del proyecto, la capacidad que tiene para posicionarse entre dos esferas distintas, entre el deseo y el pragmatismo.
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