Emisiones de carbono, consumo excesivo de recursos, generación de residuos, usos no racionalizados del agua, polución del aire y contaminación acústica y lumínica son los principales impactos que tiene la industria de la construcción sobre el ambiente.
Una vez identificados, se abre la puerta para implementar estrategias adecuadas para enfrentarlos, minimizando el impacto sobre el entorno, en busca no solo de construir una relación más saludable con el planeta, sino también de crear lugares que ofrezcan mayor bienestar a las personas. Estos son algunos proyectos ejemplo de una construcción consciente:
1. Materiales naturales en esta casa en Antioquia
Este proyecto en El Retiro (Antioquia) consistió en la remodelación total de una casa construida hace menos de una década, pero cuyas características se asemejaban a las de una vivienda urbana y no a lo que realmente era o debía ser: una residencia de descanso en las afueras de Medellín.
“La actual propietaria la adquirió por las condiciones privilegiadas del lote, pero no precisamente por su arquitectura, que no respondía a las particularidades del lugar ni establecía un diálogo con él. Todo lo contrario”, dice Simón Tobón, fundador y gerente de Concepto29, firma encargada de esta obra.
Calidad e innovación que también son evidentes en esta casa, cuya remodelación giró en torno al deseo de integrarla de manera armoniosa con el paisaje. Para conseguirlo, utilizaron materiales de origen natural, como madera y piedra, presentes en el lugar de emplazamiento.
A su vez, los tonos tierra y arena aportan calidez al interior, y contribuyen a lograr que el afuera y el adentro se fundan en un todo. Así mismo, los ventanales y las puertas correderas permiten el paso generoso de luz y el disfrute de las visuales exteriores.
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2. Una casa en la sabana de Bogotá con espacios versátiles
Los aspectos técnicos y estéticos de esta casa, que constituye un trabajo a varias manos entre las firmas Negret Arquitectos y Dos Ortiz Construcción, responden al compromiso ético de la sociedad actual —especialmente en el campo de la arquitectura—, procurando conservar, respetar y proteger el ecosistema donde está construida.
Su organización funcional y su materialidad, así como la incorporación de varias estrategias bioclimáticas y de sostenibilidad, confirman este propósito, al parecer evidente, pero difícil de conseguir: “Para hacer una arquitectura realmente sostenible se requiere más que voluntad. Se necesitan conocimientos específicos en la materia”, afirma Sebastián Negret, fundador y gerente de Negret Arquitectos.
Los arquitectos aplicaron estos conocimientos mediante el diseño de tres franjas escalonadas. Una de ellas es la superior —privada—, que aloja cuatro alcobas orientadas hacia el occidente, delimitadas en el exterior por muros Trombe —una tecnología que, aprovechando la inercia térmica y el efecto invernadero, incorpora una cámara de aire que sirve para aumentar la temperatura acumulada en el muro y, con esto, calentar la estancia—.
Adicionalmente, la estructura portante está construida en mampostería estructural de color negro, con el fin de resguardar a los habitantes y brindarles la privacidad necesaria. La franja inferior —pública—, que corresponde a la zona social, mira hacia el jardín; se compone de estudio, sala, comedor y cocina abierta. Cuenta con ventanales de piso a techo hacia el oriente y tragaluces —sobre la cubierta— orientados hacia el occidente, para aprovechar el sol de la tarde.
La franja intermedia la constituye un espacio protagonista de transición entre lo público y lo privado. Se trata de un jardín interior que sirve como zona de descanso, con hamacas, columpios, bancas y, lo más importante, el cultivo de especies vegetales de diversos pisos térmicos.
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3. Una cabaña sostenible en Cundinamarca
Después de leer un texto sobre una cabaña diseñada por Yemail Arquitectura, estudio bogotano dirigido por Antonio Yemail, una curadora de arte contactó a este arquitecto para que le hiciera una a ella. La idea era construir un refugio de la vida urbana, luego de los meses de encierro durante la pandemia del covid-19.
El lugar destinado al proyecto, un claro en medio de un bosque montañoso de Cundinamarca, a 2.566 metros sobre el nivel del mar, sugería una obra compacta y lineal. Con 90 metros cuadrados de área construida, la casa dispone de dos alcobas en sus extremos y la zona social en el centro. Todos los espacios se articularon con un corredor recostado sobre uno de los frentes largos.
El esquema rectangular de la planta distribuye de manera eficiente cada uno de los ambientes, pero al mismo tiempo se rompe en su geometría con dos ejercicios opuestos: una reducción del volumen en el tramo de corredor, que separa la alcoba principal del resto de espacios, y una adición en el salón y el comedor de un deck levantado sobre el terreno. En estos dos momentos atípicos, se establecen vínculos más directos con el afuera.
Al ser una casa de un solo piso, levantada sobre un lote pendiente, hubo que nivelar uno de los extremos con el suelo, de modo que en el otro la construcción quedara flotada sobre la tierra; esto se traduce en una secuencia espacial entre lo terrestre y lo aéreo.
Por otra parte, un tambor de ladrillo se interseca con el volumen de la cabaña y hace las veces de vestíbulo de acceso. La verticalidad de esta pieza amarra el prisma levitado y contrasta con su materialidad.
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4. Una arquitectura ancestral
Como una manera de reivindicar esta unión, en el interior de esta casa, diseñada por la firma David Restrepo & Cía. Arquitectos, convergen la arquitectura y el diseño con los oficios manuales, enfoque que nutre su potencial estético y su carácter sostenible.
De lo anterior se desprende la paleta de materiales empleados, los cuales forman parte de los “haceres” ancestrales de las comunidades de algunos resguardos indígenas y grupos de artesanos de Colombia.
Muestra de ello son las lámparas elaboradas en fibras naturales crudas en el municipio boyacense de Guacamayas, los revestimientos fabricados a partir de palma estera y cajeta de plátano en Chimichagua (Cesar), los textiles tejidos a mano en crin de caballo y fique, y los accesorios decorativos de madera con tallas realizadas por la comunidad sikuani, de los Llanos Orientales. Y esto solo por mencionar algunos.
El conjunto de esta variedad de objetos no solo potencia las cualidades estéticas del espacio, sino que promueve además la preservación de las técnicas artesanales tradicionales y apoya las economías locales. Adicionalmente, ayuda a minimizar la huella ambiental, gracias a que sus procesos de fabricación no requieren demasiada energía ni implican largas distancias para su transporte.
Así mismo, con el fin de optimizar la eficiencia energética y racionar el uso de los recursos, plantearon varias estrategias, como la implementación de sistemas de energía fotovoltaica, colectores solares y condensadores de humedad del aire para extraer agua, al igual que la reutilización de aguas lluvias e instalación de grifos ahorradores, inodoros de bajo consumo y lámparas LED.
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Muy interesante y bien lograda la narrativa.