Un sorprendente y cálido hogar de líneas contemporáneas diseñado y construido en 8 meses
Fotografía: Daniela Mac. Texto: Paula Riveros. Producción: Mariana Rappaport. / mayo 29 - 2014

Al entrar en obra para una nueva casa, las mil y una decisiones que se deben tomar de común acuerdo suelen ser una prueba de fuego para el equilibrio matrimonial y familiar. Ahora, si la pareja, los clientes y los arquitectos son los mismos, conviene que el entendimiento mutuo sea total. En este caso, además, se sumaba la presión de cumplir los objetivos en un tiempo muy corto debido a que el contrato de alquiler llegaba a su fin.
Pero para los argentinos Paula Lavarello y Javier Zas, una situación que podría desestabilizar matrimonios se convirtió en una oportunidad de descubrirse como dúo perfecto. “Ser arquitectos, clientes y matrimonio al mismo tiempo parecía un desafío demasiado grande para sobrevivir. No teníamos a quien echar culpas por atrasos, incumplimientos del presupuesto ni por errores en la dirección de obra”, confiesa Paula. DesafA pesar de todo, asegura con una sonrisa en la cara, la experiencia fluyó sin problemas: “Nuestros hijos quedaron conformes, no hubo atraso en la obra y los errores (nunca confesados a terceros) se transformaron en decisiones de desafío”.
El terreno tenía pros y contras. El lote es rectangular, de 65 metros de largo por 19 de ancho, y está ubicado en Vicente López, encantador barrio residencial a quince minutos del centro de Buenos Aires. Por un lado ya habían tomado la decisión de demoler la casucha original, porque tenía unas características que iban en contra del estilo contemporáneo que buscaban. Por otra parte debían que solucionar de una manera inteligente un desnivel a lo largo del terreno, aprovechando esta condición para implantar la estructura.
Nada de esto los desalentó, pues no querían desaprovechar el privilegio de encontrar un espacio disponible en este suburbio que, además, es vecino de un club, lo que les garantiza estar rodeados de verde. “Nos enamoramos del terreno y del árbol que tiene en el centro: un pino de 150 años y 30 metros de altura”, dice la arquitecta.
Diseñaron una casa de dos plantas, de 315 m2, que se distribuye en “L” alrededor del jardín con el pino. Todos los espacios debían disfrutar del contacto con el exterior a través de grandes puertaventanas que permitieran el acceso por diferentes lugares. Se planteó un primer nivel, de tres metros de altura, donde se encuentran un generoso estar, el comedor y un hall de entrada. En otra ala están la cocina y el salón de juegos, que ocupan un espacio perpendicular al terreno y se hallan más elevados que la sala y miran de frente al pino.
Todos los ambientes de la planta baja tienen una fuerte continuidad visual, en especial desde la perspectiva exterior. En el interior, enormes puertas corredizas permiten armar un piso único o compartimentar cada espacio.
Luego, en un segundo piso de 2,70 metros de altura, se encuentran las habitaciones. Sobre el jardín, la alcoba principal con una proyección geométrica que permite una maravillosa vista. Hacia atrás, y separados por un escritorio, diseñaron los dormitorios de los hijos, que disfrutan de plena autonomía ya que tienen doble acceso, por dentro y por el exterior. Lo más interesante de estas alcobas es que se distribuyen alrededor de una terraza con piscina, formando un área social que se disfruta sobre todo en verano, comunicada con el jardín por una escalera.
En cuanto a los materiales, Lavarello y Zas utilizaron una fórmula que además de dar un aire contemporáneo a la vivienda define la arquitectura en su aspecto formal de una manera limpia, ordenada y racional: el concreto a la vista y el vidrio se conjugan en un lenguaje de formas puntuales, mientras que en los pisos el microcemento alisado con un pigmento color claro proporciona una apariencia tranquila.
La nota más cálida la confiere la madera de los pisos del salón-comedor, el deck, y unos detalles en los baños. En cuanto a la decoración, la pareja realizó una selección de objetos en coherencia con el espíritu de la obra, con fuerte presencia del diseño moderno y contemporáneo (desde Breuer hasta Noguchi) se combinan con obras de arte contemporáneas y otros detalles personales que otorgan la autenticidad y personalidad única a ese hogar. La paleta de color alegre equilibra la sobriedad de las formas y el punto perfecto entre comodidad y estilo se refleja en cada rincón.
Para la pareja, el hecho de haber trabajado juntos fue una experiencia inmensamente placentera. Tanto que en la actualidad desarrollan proyectos arquitectónicos en equipo (hicieron juntos el hotel boutique Vitrum en Palermo Viejo y hay dos más en camino). Y en lo personal, la familia está bastante satisfecha con lo logrado: los Lavarello-Zas disfrutan plenamente su casa. A medida que la habitan, van descubriendo que su encanto es también versátil y cambiante según la temporada y el uso.
Una obra de tal magnitud construida en un tiempo récord (sólo ocho meses) y el tesón que invirtieron en su creación, fueron tan sólo el principio de una larga vida llena de satisfacciones. Todos y cada uno de los miembros encuentran su comodidad e identidad en la casa, que se adapta según el pasar del tiempo de sus dueños. Una vivienda de victoria total. Lavarello y Zas, diseño a dúo.