La estética ‘dieselpunk’ reinterpretada en la diseño de este bar
María Juanita Becerra / enero 24 - 2025
La revitalización de antiguas edificaciones nos obliga a volver la mirada a edificios dignos de admirar, que si bien en la mayoría de casos la historia les ha concedido reconocimiento, en la actualidad están en riesgo de ser olvidados por las nuevas generaciones.
La reivindicación del patrimonio material es fundamental para la supervivencia de un gran número de edificaciones que son testimonio de un pasado del que debemos aprender. Y esto es posible no solo mediante la creación de políticas públicas encaminadas a proteger el conjunto de obras catalogadas como patrimoniales, sino por medio de acciones concretas que permitan su reutilización. Así, no son condenadas a permanecer como piezas de museo, sino que continúan formando parte del tejido de la ciudad.
Muestra de lo anterior es este proyecto, llevado a cabo por la firma Colette Studio en el primer piso del edificio Rueda, uno de los más representativos del arquitecto colombiano Guillermo Bermúdez y, sobre todo, una de las obras de arquitectura moderna residencial más importantes de Bogotá.
Los valores arquitectónicos de este edificio de la década de los cincuenta se relacionan con los principios de la arquitectura moderna definidos por el maestro Le Corbusier. No obstante, Bermúdez los adaptó sabiamente al contexto bogotano a través del uso de materiales locales y técnicas constructivas tradicionales. De ahí que su conservación, más que inteligente, sea necesaria.
El diseño del bar
Este proyecto consiste en la remodelación interna de uno de los locales del primer piso, con el fin de alojar un bar dedicado a presentaciones musicales, especialmente de jazz. El sentimiento de nostalgia por una época dorada de este género musical se reinterpreta en la imagen íntima y serena que transmite el lugar.
“Buscamos honrar la memoria del jazz por medio del programa —que incluye barra, cocina, escenario, un espacio suficiente para los visitantes y varios servicios complementarios—, así como mediante una estética dieselpunk —un género narrativo influenciado por el art déco, el jazz, la ficción pulp, el expresionismo alemán y el cine noir—”, explica el arquitecto Ernesto Lafaurie, cofundador de Colette Studio.
Los acabados son una mezcla de referencias industriales, como el uso de concreto pulido y la presencia de ductos y redes, y retro, como el parquet, los alistonados de madera y el granito pulido de distintos colores. Por su parte, el mobiliario es un híbrido de geometrías curvas, texturas lisas y colores sólidos.
La fachada se utilizó como un elemento capaz de definir la experiencia en el interior del espacio: “Una envolvente traslúcida de dos capas que incluye, en primer lugar, un sistema de ventanería termoacústico que aísla por completo tanto el ruido del tráfico hacia el interior como el sonido de la música hacia el exterior. Y en segundo lugar, una superficie de vidrio texturizado que permite el paso de la luz, pero impide ver hacia dentro”.
Las luces que durante la noche rebotan sobre el vidrio crean un paisaje animado y evocador, afín al concepto del bar, que con su presencia ha evitado que el edificio Rueda se convierta en un fantasma.