Este colegio en Bogotá desdibuja sus límites para crear un sentido de colectividad
Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / marzo 27 - 2024

Las relaciones que teje un proyecto arquitectónico con el lugar que ocupa —en términos funcionales, paisajísticos e incluso técnicos— son fundamentales para que exista un arraigo físico y social de la construcción con su contexto.

Para lograr esto, la arquitectura implementa algunos recursos, como el uso de materiales disponibles o la aplicación de tipologías edificatorias relacionadas con el clima y la cultura del entorno, pero quizá la estrategia más contundente es el control de su apertura.

Esta es la manera en la que el edificio se abre y se cierra, deliberadamente, para unirse o separarse del medio. Si en el extremo más cerrado se pudiera situar el búnker, aislado por completo del exterior para garantizar la seguridad de sus ocupantes, en el más abierto seguramente estaría el parque al aire libre.

Entre ambos aparecen múltiples posibilidades de convivencia, como el claustro, que es un modelo de edificio que protege su perímetro para abrirse en su centro mediante un patio y que, además, se ha utilizado a lo largo de la historia para edificios como conventos y colegios, donde las personas deben interactuar con una poca interferencia del mundo exterior.

El diseño del colegio
El Colegio Lucila Rubio de Laverde, situado en Engativá, sobre el borde occidental de Bogotá, se concibió como un sitio que protege, pero al mismo tiempo hila relaciones con su entorno inmediato para consolidarse como una pieza urbana dispuesta a la comunidad y al paisaje.

Luego de ganar el concurso público para su diseño, la firma bogotana aRE (Arquitectura en Estudio) y la compañía de arquitectura peruana Nómena desarrollaron una propuesta que recoge los valores arquitectónicos del claustro, pero los materializa con un perímetro poroso en vez de cerrado.

Otras experiencias de estas firmas asociadas con centros educativos en Bogotá se han sumado como un hilo conductor que les ha permitido poner a prueba la idea de un colegio cerrado y abierto al mismo tiempo.

En este caso, se requería una obra volcada hacia el exterior, pero sin comprometer la seguridad de los estudiantes, debido a la cercanía con el humedal de Jaboque y con la ronda del río Bogotá.

Los arquitectos resolvieron esta aparente contradicción con una implantación que ocupa los bordes del predio y libera la mayor cantidad de área posible en el centro. Sobre el frente orientado hacia el río dispusieron un cuerpo de seis pisos de altura, mientras que en los otros tres costados, hacia el humedal y el barrio, ubicaron un basamento de dos niveles.

Este basamento, que contiene los espacios comunes del colegio, se configuró a partir de una secuencia conectada de escaleras-tribuna y cubiertas habitables, donde aparecen una cancha deportiva y plazoletas elevadas que hacen las veces de lugares de encuentro para la comunidad académica. Esta parte del edificio tiene, además, un auditorio y un comedor que los habitantes del sector pueden utilizar y que definen los cerramientos del centro educativo, evitando así el uso de rejas.

Por su parte, el volumen de seis niveles alberga las aulas, desde donde se puede disfrutar de una vista panorámica sobre el río, gracias a una serie de ventanas horizontales corridas. La masa de este edificio se ve diluida a través de la fachada interior, revestida con lámina metálica perforada, que junto con vacíos y dobles alturas en su sección, crea un efecto de transparencia. Una escalera exterior comunica los seis pisos y se comporta como un mirador ascendente sobre el patio.

Si el claustro como tipología edificatoria propone un exterior cerrado y un interior abierto, aRE y Nómena han trabajado, en este y en otros proyectos similares, sobre las formas en las que este modelo arquitectónico puede desdibujar sus límites para crear un sentido de colectividad, ya no solamente interior sino abierto hacia el paisaje y las comunidades que lo rodean.
Cinco puntos para destacar
1. En este proyecto se recogen los valores funcionales y espaciales del claustro y se los modifica para que se abran a su entorno.
2. La firma colombiana aRE y la peruana Nómena hicieron una colaboración internacional para el diseño del edificio.
3. Esta obra está nominada al Mies Crown Hall Americas Prize (MCHAP), una distinción que reconoce la calidad de la arquitectura en el continente americano.
4. El basamento del edificio tiene cubiertas habitables, conectadas por escaleras y tribunas que miran al humedal de Jaboque.
5. El edificio se concibió como un sistema de circulaciones volcadas hacia un patio central.
Excelente diseño, sofisticado, elegante de alto nivel,