Este edificio es un ejercicio de moderación que guarda la estética del siglo XIX
Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / septiembre 24 - 2024

Intervenir una construcción antigua siempre implica un reto para los arquitectos. En las ciudades viejas de Europa son comunes las operaciones inmobiliarias que transforman el interior y, a la vez, conservan las fachadas —patrimoniales, por lo general— de edificios de siglos pasados. La imposibilidad de demolerlos y la necesidad de espacio para nuevos usos han normalizado esta práctica.

La dificultad y el éxito de estas intervenciones radican en alcanzar el equilibrio entre la historia y lo actual. Por esta razón, le encargaron a la prestigiosa firma holandesa de arquitectura y diseño MVRDV el diseño de esta tienda insignia de NIO —empresa multinacional que diseña y desarrolla vehículos eléctricos— en Ámsterdam (Países Bajos).

El edificio seleccionado para este espacio comercial se construyó en 1891, pero a lo largo de los años ha cambiado de uso y lo han reformado en varias ocasiones. Una de estas renovaciones fue la implementación de una azotea cubierta en el año 1933, a cargo de Gerrit Rietveld, uno de los arquitectos más importantes de la modernidad holandesa.

El nuevo diseño del edificio
Ahora, MVRDV debía diseñar un proyecto que se aproximara con respeto a la obra histórica y, al mismo tiempo, que materializara los valores de una compañía que piensa en el futuro.

Para lograrlo, los arquitectos conservaron las fachadas existentes y acondicionaron los interiores, donde revelaron los detalles de algunos elementos de la arquitectura original, como las escaleras, pero también propusieron ambientes con acabados contemporáneos. El resultado establece un claro sentido de continuidad entre la estética del siglo XIX y los espacios renovados, donde el contraste entre ambas se minimiza.

La nueva sede de NIO cuenta con un showroom para los automóviles y ofrece, además, espacios de uso público, como una cafetería, sala para reuniones y charlas, zonas para niños,
coworking y galería de arte. Todo esto se suma a las oficinas administrativas de la compañía y a la azotea para eventos.

Este programa lo organizaron en forma ascendente en los seis niveles de la estructura. En cada uno de los pisos, los arquitectos implementaron una paleta de materiales diferente, que va desde los pétreos y terrosos en los niveles inferiores hasta otros más ligeros en los superiores. Esto hace énfasis en el movimiento vertical, de la tierra al cielo.

Este proyecto es un ejercicio de moderación. Sus áreas ofrecen no solamente un lugar para el comercio, sino un espacio para la reunión y el encuentro social en un edificio que relata la historia de la ciudad.