Un sorprendente edificio que se mimetiza con el Desierto de Atacama en Chile
Rodrigo Toledo / abril 20 - 2020
los arquitectos chilenos Emilio Marín y Juan Carlos López les encargaron un proyecto inusual: diseñar un pequeño edificio en el Parque Eólico Valle de los Vientos, situado en el desierto de Atacama, Chile, la región no polar más árida de la Tierra.
Su objetivo era crear un espacio para habitar y disfrutar de ese entorno especial mediante exposiciones y eventos de pequeña escala. No obstante, el pabellón debía surgir del paisaje físico y cultural del desierto. Requerían una construcción concebida a partir de ese lugar, desde su geografía, colores y clima. A Marín y López se les pidió entender los atributos del desierto para transformarlos en arquitectura.
El proyecto, denominado Centro de Interpretación del Desierto, está resuelto en un solo nivel. Seis volúmenes revestidos en lámina corrugada de acero corten se acomodan como pétalos construidos para rodear un patio. Cada uno de ellos tiene una cubierta inclinada, también acabada en acero, que conduce el agua hacia el vacío central del edificio. El patio es un jardín en el que sembraron plantas rastreras de la región, bordeado por un corredor que lo vincula con las estancias y permite el contacto con el exterior.
Los espacios destinados a la exposición están orientados hacia los volcanes lejanos de la cordillera de los Andes mediante una fachada completamente acristalada, mientras las otras zonas, con excepción del área administrativa, cierran sus fachadas hacia el exterior.
Las diferentes alturas de los techos producen una imagen que remite a las dunas; a su vez, el metal oxidado que recubre el proyecto se destaca sutilmente sobre el fondo arenoso. La ausencia de ventanas desdibuja la percepción de esta obra como un edificio y lo acerca al ámbito de lo escultórico.
Este pabellón materializa la atmósfera del desierto de Atacama, crea un oasis interior y se integra a la geografía de su contexto. Es un observatorio, pero también una pieza para ser mirada. Permite la contemplación del lugar que
ocupa y, al mismo tiempo, forma parte de él. El Centro de Interpretación del Desierto propone una construcción en la que el uso –lo que se hace en ella– pasa a un segundo plano para favorecer aquello que la arquitectura tiene en
común con la escultura: materia y espacio. ■