Una casa con diseño Bioclimático abierta al paisaje andino colombiano
Fotografía: Iván Ortiz. Producción: Gabriela Sánchez Balcázar. Texto: Fernando Nieto Solórzano. / junio 18 - 2014
Amplitud es quizás el primer atributo que la casa diseñada por Hernán Sánchez Cuéllar revela al visitante cuando cruza el umbral. Esa sensación es el fruto del trazado de áreas holgadas, abiertas al soberbio paisaje de la sabana de Bogotá y en las que abunda la luz.
Pero la generosidad del espacio –que abarca 300 metros cuadrados– también se manifiesta en toda una serie de aspectos en cuya concepción el arquitecto quiso, desde un comienzo, que estuviesen al servicio de la persona y no de las funciones de una vivienda convencional.
Por eso la cocina carece de la típica impronta, gracias a detalles como las estanterías para libros, que contribuyen a integrarla plenamente a la zona social, y a su mesón, donde comer, conversar y trabajar son tareas que cobran allí el mismo valor.
El primer piso –en el que la escalera y el baño social constituyen el único punto fijo de la casa– cuenta con un área de trabajo, separada de la zona social por un muro de drywall, que al ser desmontado permitiría configurar un solo espacio. El segundo nivel consta de un estar y dos habitaciones. En la principal el baño es abierto y permite varias circulaciones en torno y a través del mismo. La tina, con vista al paisaje, es una suerte de escultura.
Gracias a la precisa ubicación en el horizonte de los puntos correspondientes al solsticio de verano y al equinoccio de invierno, durante todo el año la alcoba, que se asoma al occidente, recibe por completo el sol de la tarde. Una casa con diseño Bioclimático .
Para acomodar los requerimientos del programa que ocupa un área de 482 metros cuadrados, al relieve de la ladera, el arquitecto Andrés Murgueitio planteó un diseño que aprovecha las posibilidades del concreto y vuela sobre el terreno que queda casi intacto bajo la estructura de la vivienda. “Como el lote está cruzado por una escorrentía que conduce las aguas de la montaña cuando llueve, levantamos la casa para respetar esa característica”, explica.
De hecho, Sánchez Cuéllar describe la vivienda como “un ejemplo de arquitectura bioclimática”, cosa que se aprecia especialmente en la alcoba principal. Allí, a lo largo del ventanal, la caja calentadora, hecha con piedras bola de río y vidrio, almacena el calor y actúa como un radiador para elevar la temperatura del aire.
“La casa es un invernadero que recoge el sol de la sabana. Su arquitectura juega con la masa en la que se concentra el calor y el vacío cuyo aire se calienta”, explica.
No solo el sol desempeña un papel protagónico, sino también la luna. El recorrido de ambos astros en el cielo guarda total armonía con el trazado de la bóveda de concreto y vidrio que tiene la vivienda en su costado oriental, justo sobre el hall de entrada. En las noches despejadas la luz lunar baña la sala, la escalera, el estar…
Concreto y vidrio son los materiales principales, lo que contribuye a imprimirle a la casa un carácter cromático muy definido. Impera entonces el gris, que en algunos puntos se rompe para dar paso al azul claro en la zona social –como una evocación del cielo sabanero en los días de verano–, al rojo del drywall y al negro de la escalera y la caja calentadora.
Y así como caminar la casa de Hernán Sánchez y presentir su cotidianidad implica una vivencia llena de sentido, observarla por fuera constituye una experiencia estética. Su cuidada geometría se alza en la ladera del cerro, en medio del bosque nativo, abierta a toda la luz que le llega por los cuatro costados.