Un jardín para niños cuya arquitectura evoca el juego y la calma
Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / julio 15 - 2024
Los espacios arquitectónicos diseñados para niños suelen tener una expresión particular. Desde jardines infantiles hasta parques de diversiones —aunque cada día hay menos de los últimos y más bodegas en algún centro comercial—, en tales sitios se recurre al uso excesivo del color y a la mezcla de materiales y geometrías para crear el estereotipo de la imagen infantil.
Estos lugares, cargados de estímulos sensoriales, tienen una condición lúdica que se traduce en una arquitectura que soporta una serie de objetos que se utilizan como juegos espaciales. Es una arquitectura-juguete.
Cuando a la firma bogotana Monastral, dirigida por Gonzalo Vélez y Paula Castro, se le encargó la reforma de una casa en el barrio capitalino de El Chicó para que albergara la guardería Nuba, los arquitectos propusieron un proyecto en el que la idea del juego se une a la necesidad del cuidado de los niños, en un espacio que renuncia a la sobreestimulación en favor de una atmósfera calmada. Se trata de un jardín infantil pensado para familias jóvenes, donde los adultos también tienen cabida.
Castro y Vélez vivieron en Japón, país donde este último trabajó con el célebre arquitecto Tadao Andō —Premio Pritzker 1995—. El contacto con esa cultura, volcada al sosiego y al silencio, se percibe en esta obra.
El diseño del jardín infantil
La intervención de 470 metros cuadrados de área tuvo varios frentes. En primera instancia, fue necesario hacer una reforma estructural en el inmueble, de tal manera que se tengan ambientes con los tamaños adecuados y se garantice la seguridad de los niños en caso de un sismo.
Construida por la empresa Duque Arquitectura, liderada por el arquitecto Esteban Duque, la obra civil de este jardín infantil preparó el espacio para un trabajo de arquitectura interior en el que cada estancia y cada pieza de mobiliario se diseñaron desde la ergonomía de los niños —medidas de los lugares y objetos en función del cuerpo de las personas—.
Todo se adaptó para que quedara al alcance de los pequeños habitantes, desde las alturas de los lavamanos hasta la posición y las dimensiones de los muebles. En el desarrollo de esta tarea se enfrentó la dificultad de la falta en el mercado de elementos de este tipo para niños, por lo que hubo que diseñar y fabricar todo de manera específica.
En la geometría del proyecto predomina un motivo que se repite: la curva. Esta aparece en los biombos que separan sutilmente los ambientes, en los vanos en arco de las puertas, en los nichos que se convierten en gabinetes, en los objetos-juguete y en los visores de seguridad de las puertas, que sirven para no golpear a nadie al abrirlas.
El uso intensivo de este recurso geométrico dota a Nuba de una imagen propia y, al mismo tiempo, construye una espacialidad que se contrapone a la ortogonalidad de la casa original. Por su parte, la paleta de color utilizada, sin tonos vivos, contribuye a generar un ambiente tranquilo, junto a la iluminación aplicada como líneas de luz en cielos y paredes.
Los materiales empleados en la reforma se reducen a madera, pisos vinílicos para facilitar el mantenimiento y la limpieza, pintura en tonos grises y beige, y revestimientos en microcemento sobre algunos muros.
La distribución espacial
En el primer piso, una recepción circular recibe a los visitantes, mientras un coworking para los padres, iluminado y animado por un patio ajardinado, ofrece un lugar de trabajo y espera. Complementan este nivel un espacio destinado a juegos de oficios y profesiones, y un área para manualidades. En la segunda planta, hay un salón para gateadores y una sala de cunas. Además, una zona de juegos flexible combina diferentes actividades lúdicas.
En esta obra, los arquitectos de Monastral diseñaron un lugar para niños que no recurre a la imagen típica de lo infantil, que se aleja del colorido y el exceso para generar, por el contrario, un ambiente sosegado, en el que los adultos también tienen cabida.
Aquí se cambia la caricaturización de la arquitectura por un estudio riguroso de las medidas y proporciones correctas del espacio para que los niños lo utilicen con dignidad y seguridad. Una arquitectura del juego y del cuidado.
Cinco puntos a destacar
1. La intervención se hizo en una casa en la que se tuvo que readecuar su sistema estructural para garantizar la seguridad de los niños.
2. Los arquitectos propusieron una obra que se aleja del colorido típico de los espacios infantiles para generar un ambiente tranquilo tanto para adultos como para niños.
3. La curva, como recurso, se repite en el proyecto para desdibujar la ortogonalidad de la construcción original.
4. La paleta de color desaturada contribuye a componer espacios para la calma.
5. El proyecto ofrece una nueva tipología de jardín infantil, pensado para las formas de vida y hábitos de las familias jóvenes.