El proyecto para el Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá parte de la reutilización de un edificio construido a finales de los años setenta, el cual, con el paso del tiempo y sus diversos usos, había entrado en franco deterioro.
Aunque en algún momento contemplaron su demolición, esta alternativa fue descartada porque la reglamentación vigente no permitía mantener el área ya construida, por eso se procedió a recuperar solo la estructura y descartar todos los demás acabados, para así darles cabida a las oficinas y a las nuevas salas de reunión, lugares que se caracterizan por ser espacios privados, libres de ruido y llenos de luz natural gracias a la actual distribución arquitectónica y al cuidadoso manejo de los materiales, que le confieren además de una piel renovada, una condición de comodidad y atemporalidad muy apreciada hoy por quienes frecuentan el edificio.“Este tipo de obras nos recuerdan que a veces es más importante hacer edificaciones adecuadas aprovechando lo que ya existe, que diseñar monumentos que satisfagan nuestro ego”.