Este edificio fue construido para que sus habitantes se conozcan entre ellos
Rodrigo Toledo / septiembre 9 - 2019
La torre es, sin duda, la tipología edificatoria más recurrente en la arquitectura residencial. Construirla implica una operación en la que la superficie del suelo se multiplica y se vende muchas veces, una forma de vida aérea propia de las ciudades modernas y consolidada desde principios del siglo XX. Podría pensarse que todo edificio es, o debería ser, un barrio en altura.
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L’Arbre Blanc –El Árbol Blanco– es una obra residencial recientemente construida en la ciudad francesa de Montpellier. Diseñada por el arquitecto japonés Sou Fujimoto, en asocio con sus colegas Nicolas Laisné, Dimitri Roussel y OXO Architectes, busca ser un detonante para la vida urbana y comunitaria de sus habitantes.
El primer piso y la terraza habitable albergan ambientes para el uso de la comunidad. Abajo, una galería de arte se abre sobre el espacio público que sirve de antesala al acceso del edificio, mientras arriba un bar permite a los vecinos reunirse en un lugar que goza del paisaje urbano y del río Lez, que bordea el lote. Pero los balcones y pérgolas, que de manera salpicada definen la fachada de esta torre, configuran algo que podría parecerse a los espacios de la vida en un barrio.
Dispuestos en voladizo y con áreas que van desde los siete hasta los 35 metros cuadrados, estos ambientes exteriores se miran los unos a los otros y permiten a los residentes ubicar jardines y muebles.
Aquí el equivalente al antejardín –ese espacio privado pero exterior– se construye en el aire para generar un contacto entre los moradores y promover un modo de vida volcado hacia afuera. Por otro lado, estas plataformas protegen los interiores del sol y contribuyen así a disminuir en un 30 % la energía requerida para el enfriamiento de los apartamentos en los meses de verano.
Con sus 113 apartamentos, L’Arbre Blanc utiliza la variación y la diversidad para crear múltiples formas de relaciones comunitarias. Renuncia a la noción de un relativo orden en su expresión arquitectónica para favorecer encuentros casuales y conversaciones fortuitas, que eviten así el aislamiento. Reproduce las dinámicas de una vecindad y propone una forma de vida más amable.
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