Una casa de muros blancos y piedras: arquitectura en Barichara, Santander
Producción: Ana María Zuluaga. Fotografía: Mateo Pérez. / marzo 14 - 2017
Un primer volumen contiene la zona de servicios y la habitación de los mayordomos; este configura el paramento hacia la calle, recibiendo a las personas con un comedor y una cocina que se disponen a un intersticio a cielo abierto. En medio del lote aparece la zona social, una segunda edificación que desvía su geometría para buscar el paisaje distante de las montañas.
El primer nivel contiene un salón y una sala de televisión y entretenimiento, mientras el segundo alberga un estudio aéreo a manera de mansarda, conectado a una terraza. Finalmente, una tercera construcción delimita la parte privada con tres alcobas y dos baños entre estas. Aquí el volumen se dobla para adaptarse a la topografía del lugar resguardando al mismo tiempo la piscina que aparece entre los cuartos y el salón.
Los muros blancos de la casa se mezclan con la piedra barichara sobre pavimentos exteriores de grandes rocas entre las que crece una grama inesperada. Ya adentro, los pisos de adobe conviven junto a otros vaciados de concreto con lajas circulares de troncos embebidas.
Las mesas, camas y sillas se fabrican como piezas artesanales únicas para cada espacio. Grandes vigas de madera reciclada y cielos de caña brava reproducen los tonos color ocre del entorno circundante. El carácter austero de las fachadas se traduce en un telón de fondo en el que los árboles que sortean los cuerpos construidos de la vivienda son los protagonistas. El proyecto se fractura para enredarse con la vegetación, que con el transcurrir de los años coloniza los vacíos.
hermosa casa de playa, su simplicidad la hace muy relajada y propia para el descanso