Las ciudades colombianas serían más amables si tuvieran espacios públicos de calidad
Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / diciembre 3 - 2020

Durante las últimas décadas, en Colombia se ha impuesto un modelo inmobiliario parecido al «suburbanismo” europeo y norteamericano. Históricamente, esta forma de habitar ha aparecido en las periferias urbanas cuando la vida en las ciudades se ha hecho difícil, ya sea por la excesiva presencia de industrias, como en el caso británico, o por políticas públicas como sucedió en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Estado promovió créditos hipotecarios para que los veteranos compraran lotes alejados del corazón de la ciudad y estimular así la industria del automóvil, los centros comerciales y consolidar la televisión como el principal medio de entretenimiento.
En nuestro país son comunes las parcelaciones cerradas en las afueras de las ciudades principales. Podríamos decir que esta versión colombiana de dicho fenómeno se alimenta de la percepción de inseguridad en las capitales y de la promesa de una vida vinculada con la naturaleza. Hoy, la pandemia ha incrementado el deseo de muchos de salir de la ciudad para estar en medio de un entorno natural. Sin embargo, se ha demostrado cómo en el contexto de la emergencia climática, el suburbio es un modelo que trae más perjuicios que beneficios. Para hablar de esto conversamos con un experto en temas de planeación y gestión urbana.

Jorge Pérez Jaramillo, arquitecto y consultor del World Bank, es además asesor de la Gobernación de Antioquia y ha sido director del Departamento Administrativo de Planeación de Medellín, así como decano y docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana. Lideró el equipo ganador del Lee Kuan Yew World City Prize en 2016, premio que se otorga a la contribución para la creación de comunidades urbanas sostenibles y con calidad de vida, y fue también responsable de la formulación del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín. «El abandono de la ciudad no es viable –afirma–. A veces no vemos que al construir parcelaciones ocupamos las tierras donde se producen los alimentos y contribuimos a la degradación del agua y a la deforestación, lo que a su vez repercute sobre la fauna. Sin mencionar el desplazamiento de las comunidades rurales, el aumento de la huella ecológica relacionada con los viajes en automóvil y las basuras y desechos plásticos que se introducen en estos territorios”.
Según Pérez, las ciudades no son el problema sino la solución porque permiten que muchas personas compartan los recursos necesarios para vivir. Esto no solo es más sostenible que lo suburbano, sino que hace que las poblaciones urbanas se constituyan como los ecosistemas sociales más importantes de la humanidad, los lugares de la creación y desarrollo de nuevas ideas y tecnologías, además de concentrar las infraestructuras que garantizan la salud pública.

«Las ciudades densas no son los focos de contagio, sino los barrios precarios. Es fundamental promover políticas que eliminen la inequidad y la segregación urbana, quizá una pandemia aún más grande que la COVID-19. Igualmente, es importante dejar de destinar la mayoría del presupuesto público a la movilidad vehicular y proponer modelos de vivienda para construir buenos vecindarios, con espacios públicos y servicios, implementar un urbanismo de cercanía, una urbe accesible para todos”. Ante el fracaso ambiental y económico de los suburbios, Pérez concluye que “lo que corresponde no es salir de la ciudad, sino reimaginarla para mejorar y enriquecer la vida pública”. ✱