Un mirador y una biblioteca: así es el Museo de la Ciudad Autoconstruida, en Ciudad Bolívar
Mateo Arias Ortiz, editor digital de AXXIS / enero 19 - 2024

Para alguien que no conozca la localidad de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá, la experiencia de visitar el Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA) empieza al tomar el TransMiCable. Este es un teleférico integrado al sistema de transporte público que sale del Portal del Tunal y termina su recorrido, unos tres kilómetros después y varios metros arriba de la montaña, en la estación que conecta con los barrios El Mirador y El Paraíso, pero específicamente con el MCA.

Ese paseo aéreo por buena parte de la localidad sirve como contextualización para entender cómo se ven y funcionan la mayoría de los barrios de ese sector de la capital, en los que existe un concepto clave: la autoconstrucción.

Posteriormente, en el museo, ese viaje se completa con toda la información que se encuentra allí sobre la historia, las luchas, los dolores, las costumbres, las prácticas y las iniciativas de paz que se han llevado a cabo en Ciudad Bolívar en los últimos 30 años. Y es que la transformación del sector comenzó justamente a finales de 1993, cuando la comunidad organizó un paro cívico con el fin de exigir ciertos cambios para mejorar las condiciones de la localidad.

Gracias a esto se han ido logrando algunas mejoras, como la presencia de una sede de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas o, precisamente, la construcción del TransMiCable. Inaugurado en 2018, este teleférico puede transportar a 3.600 personas cada hora y les ahorra a sus usuarios tiempo y esfuerzo para llegar a sus casas y sitios de trabajo.

Uno de los requerimientos de este sistema es que cada una de sus cuatro estaciones tuviera un equipamiento urbano, y así fue como nació el MCA, que abrió sus puertas en 2021.
El propósito del Museo de la Ciudad Autoconstruida
“En el MCA tenemos, principalmente, dos objetivos: cuestionar los prejuicios que se tienen sobre Ciudad Bolívar y hacer un ejercicio de memoria histórica sobre nuestros barrios”, explica Soranny Vargas, coordinadora del museo. Además, según ella, hay un tema que atraviesa todos los puntos que se tocan en este centro cultural: la tensión entre la informalidad y la institucionalidad.

Vargas aclara que la idea de destacar la capacidad de autoconstrucción no es “romantizar la pobreza ni los problemas sociales que han obligado a la comunidad a hacerse a sí misma, sino entender nuestra historia y repensar el modelo de ciudad que tenemos en Bogotá para lograr una vida más digna”.

“La gran mayoría de los barrios de Ciudad Bolívar se han construido de manera informal. Los primeros asentamientos datan de la década de los cincuenta y, desde entonces, la localidad ha ido creciendo».

Sus primeros habitantes eran, sobre todo, personas de otras regiones del país desplazadas por el conflicto, que llegaban a la gran ciudad a hacer una vida e improvisaban casas con sus propias manos en las montañas del borde sur de Bogotá”, explica Julieth Corredor, jefe del equipo de Comunicaciones del museo.
Por tal motivo, estos barrios tienen una población diversa y muchas veces vulnerable, conformada, por ejemplo, por pueblos indígenas y personas afrodescendientes.

Desde entonces, la localidad ha crecido y se ha diversificado. Su historia no ha sido fácil. Es verdad que hay varios problemas de carácter social y medioambiental con los que ha tenido que lidiar la colectividad.

El urbanismo improvisado, la dificultad de acceder a servicios públicos, inconvenientes en la movilidad y una violencia disparada son algunos de los retos que han tenido que afrontar desde que existe este lugar. “Algo que nos define es que no solo enunciamos los problemas, sino que sabemos encontrar soluciones”, añade Vargas.

Las dos funcionarias del MCA con las que hablamos, al igual que los demás empleados del lugar, han crecido y han hecho su vida en diferentes barrios de Ciudad Bolívar, así que conocen a la perfección su historia, sus necesidades y las maneras de expresarlas. En palabras de Corredor, “este es un museo de la comunidad y para la comunidad. Esa es la razón por la que está cambiando constantemente”.

De hecho, Vargas y Corredor cuentan que el guion museológico inicial era distinto, pero la misma comunidad lo ha ido transformando para adaptarlo a sus propias necesidades, formas de expresión y manera de narrarse a sí misma. Por eso, insisten en que “el museo, igual que la localidad, siempre está en autoconstrucción”.
Los espacios del museo
El edificio tiene cuatro pisos y un sótano. La entrada —en la plaza a la que se llega en el TransMiCable— está en el tercero. Allí, además de la bienvenida, hay una instalación audiovisual y un ventanal con vista al cerro Seco, una montaña que queda en la parte suroccidental del barrio El Mirador y que es un símbolo de la riqueza medioambiental de la localidad.

Desde esa ventana se proponen una serie de preguntas sobre el cerro y se habla sobre su historia y su importancia como filtro de las fuentes hídricas de la ciudad. “Usted lo podrá ver y pensar que es un peladero. Bueno, tal vez lo sea, pero es nuestro peladero”, dice Vargas.

Ese arraigo se puede ver también en el segundo piso, en el que hay, aparte de una sala de proyección, dos exposiciones sobre las prácticas culturales de la comunidad: “Bogando arte y cultura”, y “Tejido, vida y conocimiento”, ambas enfocadas en el quehacer de las poblaciones indígenas y afrocolombianas.

En el primer piso se encuentra una biblioteca que pertenece a la Red Distrital de Bibliotecas Públicas y Espacios Alternativos de Lectura de Bogotá (BibloRed). El sótano alberga una colección de “dispositivos” en los que se resumen las siete líneas temáticas del MCA: el paro cívico de 1993; las luchas medioambientales rurales y urbanas; los modelos de educación popular y alternativa, como el diplomado en comunicación popular y comunitaria Bacatá resiste; las prácticas artísticas y la defensa de los derechos humanos; los asentamientos autoconstruidos y sus luchas de resistencia; la defensa del territorio, y la creación de espacios comunitarios y liderazgos femeninos.

Finalmente, en la terraza, que queda en la cubierta, se puede apreciar una impactante vista de las montañas, la localidad y buena parte de la ciudad —incluso se alcanza a ver la silueta de los grandes edificios del centro—. Además, hay una especie de maloca construida por las comunidades indígenas, llamada el Círculo de la Palabra, y algunas huertas que incentivan la siembra de alimento en entornos urbanos y su relación con lo rural.

“Lo cierto —concluyen Soranny Vargas y Julieth Corredor— es que el MCA ha cambiado toda la dinámica del barrio, porque es la respuesta a una deuda histórica de la ciudad con las personas del sur para tengamos nuestro propio museo”.
Me parece muy importante que hablen de todas las cosas buenas, y no siempre lo negativo.
También me parece importante que cuando hagan estas publicaciones digan en que fecha se está haciendo y pongan precio de la entrada
En el caso de lugares públicos creo que debería darse la dirección de cada sitio, ese dato no sobra, sobre todo para los que lleguen en rutas no troncales del SITP. En el caso de este Museo de la Cuidad Autoconstruída, está en la calle 71h Sur n° 27 – 79 (al edificio entero se le dio la dirección de la entrada a la biblioteca El Mirador pero la entrada al museo está justo al lado de la de la estación Mirador del Paraíso de Transmicable).