Trasciende los límites de lo posible
Texto: Rodrigo Toledo. Fotografía: Iwan Baan, cortesía Diller Scofidio +Renfro / junio 10 - 2019
En Delirio de Nueva York, el clásico libro escrito por el arquitecto holandés Rem Koolhaas, el autor explica cómo, desde su fundación, Manhattan ha sido un escenario urbano que se construye a partir de la fantasía.
Un lugar donde el poder económico y la disponibilidad técnica se han unido para producir un mundo arquitectónico que trasciende los límites de lo posible, desde la aparición del rascacielos a principios del siglo XX, debido a la invención del ascensor, hasta los proyectos singulares de arquitectura más recientes, como Via 57 West, del arquitecto danés Bjarke Ingels.
A esta tradición se suma el edificio The Shed para la organización Bloomberg, con 18.500 metros cuadrados, diseñado por la firma Diller Scofidio + Renfro en colaboración con Rockwell Group. En su base, adyacente al High Line –novedoso parque lineal que utiliza la sección elevada de una antigua vía ferroviaria–, el proyecto propone un centro cultural que puede albergar diversos eventos y exposiciones. Concebido como un volumen horizontal con una carcasa revestida en ETFE
–polímero especial liviano que hace de aislante térmico–, aparece como un cuerpo traslúcido y diáfano.
Cuando es requerido, el cascarón del edificio se desplaza sobre rieles gracias a las grandes ruedas en las que está apoyado; esto permite crear The McCourt, un espacio de 1.600 metros cuadrados con luz, sonido y temperatura controlada para presentaciones, instalaciones y eventos a gran escala.
El lugar puede acomodar una audiencia aproximada de 1.250 personas sentadas y más de 2.000 de pie. The Shed es una construcción cinética, que se mueve y se transforma para adaptarse a las múltiples formas en las que puede ser ocupada. Áreas de apoyo como tiendas, galerías, auditorios, laboratorios para artistas y un bar complementan el gran escenario principal.
Si la condición habitual del espacio arquitectónico es la estabilidad, aquí hay un despliegue tecnológico a favor de la movilidad, en pro de un sentido de flexibilidad, no basado ya en una planta libre de elementos divisorios o estructurales, sino en un mecanismo que modifica radicalmente las dimensiones del espacio. Se trata de una arquitectura del espectáculo, tanto por su uso como por su expresión. Una vez más, en Nueva York, el delirio se traduce en realidad.
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