Este increíble loft urbano es todo lo que necesita para vivir en Medellín
Fotografía: Sergio Gómez. Producción: Lía Vélez. Textos: Marta Lucía Moreno / mayo 29 - 2014
En este apartamento se revela una decisión de estilo de vida: la de disfrutar la ciudad al máximo. En efecto, se encuentra en el barrio El Poblado, el “nuevo centro” de Medellín, cerca de una quebrada y mirando hacia los cerros –y no la ciudad desde los cerros, como es habitual en la capital paisa–. El edificio se construyó en el lote de una antigua casa abandonada para aprovechar la infraestructura de servicios que dejaba la construcción en desuso. De hecho, este apartamento es la expresión de una filosofía de un grupo de inversionistas que busca emplear los espacios que la ciudad abandona, para hacer renovación urbana.
El arquitecto de esta propuesta, Juan Forero, quiso que el edificio tuviera cierto aire neoyorquino, el de una construcción renovada como aquellas del barrio Soho. “Queremos esos lotes desechados por la ciudad, pequeñas joyitas, para construir edificios como este, con un área total de 1.500 metros cuadrados, cuatro pisos, más parqueaderos. A un lado hay una quebrada, con un aislamiento muy grande sobre ella y una fachada con una leve curva y paños sueltos de ladrillo en los vanos, tipo Soho. La fachada del frente es de madera de Hunter Douglas, para darle una apariencia acogedora en la dureza del ambiente urbano del centro”, explica el arquitecto.
En la propuesta arquitectónica, Forero plantea una promoción de la conciencia sobre la conservación del planeta, en consonancia con el rescate de los lotes. Además, armoniza esta idea con el uso de materiales al natural, sin los artificios de los acabados o de la pintura, todos ellos producidos en la región: ladrillo, madera, vidrios. Y aunque hay un total respeto por la quebrada vecina, “para restituir el verde dañado con la obra, los 80 metros de terraza y una bóveda que aloja la alcoba principal de 60 metros están completamente cubiertos con material vegetal, de tal forma que el verde no solo se usa sino que se disfruta”.
Como está situado en pleno corazón urbano, por su diseño y porque no es un edificio convencional, los espacios se adaptan tanto al uso residencial como al de oficinas, sin que la mezcla de ambos sea un hándicap para los propietarios, todos con el mismo perfil de gustos.
En el caso de este apartamento de 280 metros, el dueño es un ingeniero separado, que se goza la ciudad a pie, disfruta de los eventos que ella ofrece, la camina y la vive sin padecerla. “Me gusta la ciudad, su actividad, los restaurantes, los bares, hacer todo caminando: ir al mercado, a la oficina. Todo me queda a una cuadra. Mis hijas disfrutan mucho el plan de caminar, pues es novedoso para ellas”.
La entrada del apartamento resulta dramática porque el acceso es un vidrio derivado de un puente sobre el punto fijo, y sobre un vacío de cinco pisos, cada uno con tres metros de altura. La idea del edificio también se manifiesta en el interior, en una planta trapezoidal, con ángulos muy acentuados. La fachada oriental choca contra la fachada sur de la quebrada en una punta, lo cual también confiere dramatismo a la escena. El primer piso está propuesto como un loft y dos espacios –cocina y espacio de las hijas– que se ordenan en cada vértice del trapecio. En el centro, como un área libre que se puede modificar en cualquier momento, está el salón comedor, este último coronado por un vano a seis metros de altura que remata en la terraza de la segunda planta.
El estilo urbano no se opone al ambiente acogedor, pues se logra con cálidos materiales naturales, a la vista: el techo de concreto vaciado en formaleta de tablillas semirrústicas, el piso de sapán, la carpintería de madera, los muros de ladrillo y vidrios termoacústicos, todo lo cual sintetiza la paleta de colores a los cafés, ocre y grises. Para habitar este espacio, la propuesta del propietario es sencilla. La mesa del comedor, de comino crespo macizo elaborada por Juan Ruiz, es el mueble más importante, coronado por una araña de anticuario, con sillas escandinavas también de anticuario. La sala, definida por un gran sofá de cuero en forma de ele y sobre un tapete multicolor de BoConcept, una mesa de centro, obra del propietario, de un vidrio fotocurado con llantas de ferretería. Cierran el espacio dos sillas de estilo escandinavo tapizadas en beige.
En la segunda planta, donde se encuentran la terraza y la habitación principal, la experiencia resulta increíble, según el propietario, porque es muy extraño “estar en la ciudad y salir a un lugar tan verde, además con vista sobre la montaña. La gente está acostumbrada a mirar la ciudad desde la montaña, pero acá se ven las montañas desde abajo”. En la terraza, la empresa del ingeniero Luis Moscoso desarrolló unos sustratos muy delgaditos para sembrar no solo grama sino también un carbonero, un árbol traído de Chocó. La habitación principal está contenida en una bóveda de 60 metros, también cubierta con vegetación, lo que le confiere al espacio un aspecto verdaderamente exótico, aunque hace juego con el verdor de la quebrada vecina al edificio. Loft Urbano en Medellín