El vidrio, un material usado por el hombre desde hace miles de años –prácticamente desde finales del Paleolítico Superior–, ha sido el elemento tradicional para iluminar nuestras estancias y comunicarnos visualmente con el exterior desde que, allá en el siglo XII, el estilo gótico rasgó las pesadas estructuras románicas y abrió los muros a los vitrales y, posteriormente, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, las estructuras ligeras de hierro forjado y de acero, combinadas con vidrios, permitieron fachadas totalmente acristaladas.
Y a partir de este momento se convierte en el elemento que “permitía sentirse afuera estando dentro, refugiado de la lluvia, pero con contacto visual absoluto del exterior sin que tuviera que sufrir las inclemencias del clima, en donde se identificó en la transparencia del vidrio el vehículo social, material y atmosférico para construir un nuevo mundo”, menciona el arquitecto Camilo Restrepo, de AgenDa Agencia de Arquitectura.
Sin embargo, hacia la década de 1920, el giro a las máquinas determina la producción y el inicio de una arquitectura de vidrio, transparente y racional, que ve su cúspide en el Pabellón de Alemania para la Exposición Internacional de Barcelona, creado por Mies van der Rohe (1929). Es “el pabellón de los reflejos, donde el reflejo es nuestro propio cuerpo despojado de materia”, afirma el arquitecto Carlos Granada, de Granada Garcés Arquitectos.
En esta época también aparecieron múltiples versiones de la casa de vidrio: la Casa de Cristal, de Philip Johnson (1949) en Canaan, Estados Unidos; la de Lina Bo Bardi (1950-1951) en São Paulo, Brasil; la Maison Verre, de Pierre Chareau (1932) en París, Francia, o la Casa Farnsworth, de Mies van der Rohe (1946-1950) en Illinois, Estados Unidos. Proyectos o arquitecturas que son una permanente invitación a debatir el límite entre interior y exterior.
Lo que permite el vidrio, y otros materiales no
“Las ventajas son infinitas; desde la perspectiva de creación espacial le permite a la arquitectura incorporar el exterior al interior, manifestando su virtud transparente, translúcida y reflexiva en obras de arte, como los cuadros hiperrealistas de Richard Estes o de Edward Hopper –ambos pintores estadounidenses–”, afirma el arquitecto Granada.
Este material ofrece múltiples beneficios, como lo resalta Ramón Correa, director de desarrollo de mercados de la compañía Vidrio Andino:
1. Eficiencia energética –aspecto que tiene que ver con lo físico–: control solar, lumínico y aislamiento térmico.
2. Multiconfort –beneficios que el ser humano recibe al habitar estos espacios diseñados con vidrio–: confort térmico, visual y acústico, junto con privacidad y seguridad.
3. Sostenibilidad: ahorro energético, protección al medioambiente y ser 100 % reciclable.
Por otro lado, la capacidad del vidrio de eliminar las divisiones internas es sobresaliente. La sensación del espacio se hace evidente y la interacción entre el adentro y el afuera, posible.
Como en un truco de magia, la materialidad del vidrio se anula en última instancia para que cobre vida a través del reflejo de la luz o el efecto espejo, pues la arquitectura de vidrio no busca transparencia pura.
“De hecho, existen muchas formas de transparencia y translucidez, siendo esta última la que domina la tendencia actual. La luz natural se emplea correctamente en las paredes de vidrio mate, que garantizan la protección del interior contra el deslumbramiento y las miradas externas. En la oscuridad, iluminados desde el interior, estos edificios parecen estar hechos de solo luz”, afirma la autora Barbara Linz en su libro Glass.
A menudo, los diseñadores ignoramos sin intención –o intencionalmente– los avances técnicos en la elaboración del vidrio para volver a los gruesos bloques de material, sólidamente vertidos, que destacan por su masa y estructura. No obstante, la industria de este material es una de las de mayor innovación y hoy tiene tecnología de punta para ofrecer soluciones creativas.
Es el caso de Oraé, un vidrio con la huella de carbono más baja del mundo, desarrollado por la multinacional Saint-Gobain; las marquesinas de paneles solares translúcidos –que dejan atrás los tonos oscuros tradicionales–, y Bioclean, de la compañía Vidrio Andino, vidrios autolimpiables y amigables con el medioambiente, que ayudan a que las ventanas permanezcan limpias por más tiempo, pues la suciedad y el polvo se adhieren menos.
Tal vez por todas estas bondades “el mundo se está construyendo cada día con más vidrio. Se está usando en espacios en donde antes no se utilizaba, como en los interiores. Además, se requieren vidrios de mayores dimensiones para tener más vista”, comenta Christian Daes, COO –Chief Operating Officer/presidente operativo– de la compañía Tecnoglass.
Es innegable que este material continúa –y continuará– con fuerza en la arquitectura, en especial por los múltiples avances que se hacen día tras día, no solo en búsqueda de la eficiencia de las edificaciones, sino en el cuidado del medioambiente.
Excelente artículo
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