Descifrar un espacio
Fotografía: Iván Ortiz Producción: Diana Tovar. Texto: Camilo Garavito / noviembre 23 - 2017
Altura y vibrante luminosidad. Estos son los aspectos más sobresalientes tan pronto se cruza la puerta de entrada. Al disfrutar del aire que ofrecen sus 3,25 metros de altura libre y la luz que penetra a través de las claraboyas, es difícil recordar que se está en un apartamento en la parte alta de un edificio ubicado en Bogotá. En especial cuando, al otro lado del hall de acceso, se percibe un patio central poblado de esculturas con una densa vegetación. “Hicimos nuestra casa en el aire”, nos cuenta la arquitecta, diseñadora y propietaria de esta vivienda. Tomando como base el diseño arquitectónico de Alfonso García, el cual le fue entregado en obra gris, moldeó y ajustó el interiorismo de este penthouse con el firme propósito de generar la sensación de “vivir en una casa”.
La obra inicial duró dos años. Tras ello, de la misma manera en que los japoneses diseñan sus parques (esperando pacientemente para descubrir con el tiempo dónde se van formando los caminos para adoquinarlos y consolidarlos), la familia se mudó con lo mínimo necesario. “Me gusta vivir los espacios antes de arreglarlos. Nos pasamos prácticamente con las camas y el comedor”, comenta su propietaria. Luego de experimentar y entender su nuevo hogar, ajustaron poco a poco la distribución, el mobiliario y la decoración para, finalmente –después de cuatro años y medio–, sentir que estaba consolidado. Sin embargo, el proyecto es un trabajo en proceso. Hoy en día sigue cambiando, acoplándose a la dinámica de sus habitantes.
Inicialmente, el patio estaba pensado como área interior cubierta, pero al final decidieron abrirlo y llenarlo de esculturas y vegetación. Su presencia amarra la vivienda al entorno natural y hace olvidar completamente la altura en la que se encuentra. Frente a él, al otro costado de la zona social, se extiende la interminable terraza que acompaña todo el apartamento y que ofrece una vista privilegiada de Bogotá. En su totalidad, las zonas están expuestas hacia esta panorámica, tanto en el piso social (arriba) como en el área privada de habitaciones (abajo), hecho que ofrece las ventajas de vivir en la ciudad y al mismo tiempo sentir que se está fuera de ella.
La cocina, con conexión directa al comedor exterior, es amplia, cómoda y práctica. Su generosa isla central ofrece el espacio de trabajo suficiente para una familia como esta, donde todos sus miembros disfrutan del placer de cocinar. El mobiliario del salón genera dos zonas diferenciadas, aunque espacialmente se percibe como una. Los sofás, las sillas y la mayoría de los muebles son diseño de su propietaria, acompañados de la mesa de centro creada por Claudia Hakim. El collage de Miler Lagos, una obra en papel periódico cuyos anillos recuerdan los de un tronco de un árbol, flota ligeramente presidiendo el área. El arte hace parte fundamental de esta vivienda al igual que de la vida de sus dueños, alimentando los ambientes y llenándolos de contenido.
La continuidad y la fluidez fue una de las grandes preocupaciones de la arquitecta. La chimenea, elemento tradicional en las viviendas de la capital, se eliminó del área social, con el fin de permitir una vista ininterrumpida y que la experiencia se enfocara en la presencia de la ciudad. Unificaron el salón con el estudio, manteniendo la independencia entre los dos espacios con un muro y una puerta que no llegan hasta el techo. De la misma manera, integraron el comedor con la sala a través de una puerta amplia y generosa. La mesa, una antigua herencia familiar, adquiere todo el protagonismo.
Unas amplias escaleras comunican con la planta baja. La transparencia de su baranda de vidrio confirma el esfuerzo hecho por mantener la relación entre los espacios. Abajo se ubican el estar y las alcobas, todas disfrutando del dominio visual sobre la ciudad. El mobiliario y el interiorismo en este nivel, al igual que en el resto de la casa, no siguen una línea de diseño definida. Su propietaria la describe como una decoración contemporánea, ni clásica ni moderna, simplemente compuesta por elementos de uno y otro estilo que se complementan entre sí.
Obras de arte y artículos adquiridos aquí y allá, en ferias y viajes, dialogan los unos con los otros al habitar este hogar, llenándolo de carácter y color. La presencia constante de la vegetación en el patio y las terrazas, la lejana y permanente vista sobre la ciudad y la generosa altura en los espacios, hacen que la vida en este apartamento se perciba como si se estuviera en una casa que flota sobre la ciudad.