Este apartamento, ubicado en Bogotá y habitado por una pareja de artistas, el fotógrafo y ella diseñadora de modas, está compuesto por símbolos de sus historias familiares que colorean un fondo en el que el blanco y la luz natural son protagonistas.
En cada viaje tratamos de comprar un elemento pequeño que nos funcione para recordar esos momentos especiales que hemos vivido”, explica el propietario de la vivienda, que, al igual que su esposa, disfruta del silencio, se fascina con la estética de las orquídeas y busca constantemente inspiración en el buen gusto y la cultura para alimentar la creatividad que determina el desarrollo de sus profesiones artísticas.
isabel-henao-revista-axxis-7El marco con la firma del artista Armando Villegas se unifica con la pintura del mueble empotrado en la pared para conformar una paleta neutra que deja los toques de color a las matrioskas traídas de Rusia y a las dos Kimmidolls japonesas. El conejo, hecho en madera, es de Kambora y el candelabro, de metal esmaltado, de Zara Home.
La primera vez que pisaron los 98 metros cuadrados de construcción de este apartamento, ubicado en el primer nivel de un edificio bogotano que data de mediados de los años ochenta, se sintieron atraídos al ver un árbol plantado en la terraza privada, que se independiza de la zona social abierta –compuesta por sala, cocina y comedor– por una puerta y un vidrio que recorre la totalidad de la pared.
Las ventanas de piso a techo, en las que aprovechan la entrada de la luz natural con la ausencia de cortinas –solo una en la habitación principal–, fueron, además del contacto con las plantas, determinantes para que ella, que disfruta de la jardinería y vive encantada por la composición cromática de las flores, y él, amigo de cocinar en un asador al aire libre, escogieran habitar este espacio para reescribir una historia.
isabel-henao-revista-axxis-123Al abrir la puerta principal del apartamento, la visual apunta a una fotografía en blanco y negro que hizo el artista Manuel Olarte de un músico wayú en La Guajira. El maniquí, elaborado en fibra de vidrio y con base de hierro fundido, fue utilizado en el año 2003 para una exposición del diseñador de modas francés Pierre Balmain, en el Museo Nacional de Colombia. Aquí sostiene un sombrero de Sandoná, Nariño.
Para amueblar la sala escogieron un sofá blanco en el que dos cojines tapizados en lino aportan toques de colores que determinan un carácter alegre y fresco. Y el comedor, que se divide parcialmente del resto de la zona por una viga pintada de gris claro, está compuesto por una mesa de madera guayacán sellada con cera de abeja y seis sillas que varían entre morado, naranja y rojo.
Así mismo, las paredes, tres pintadas de gris para generar volumen y contraste –las demás son blancas–, exhiben fotografías familiares y artísticas que marcan momentos cruciales en la vida de la pareja, que tiene como principio en la decoración de su apartamento el concepto de “menos es más”, según afirma el dueño. “Aquí no hay elementos de sobra, ni saturación de cuadros o adornos. Todo tiene un significado y un simbolismo que nos representa”, aclara. En la habitación principal, las mesas de noche rememoran un estilo colonial que le da forma a una madera maciza tallada en la vereda Puntalarga, en Nobsa, Boyacá.
Estas piezas fueron utilizadas por una generación anterior a la pareja, que las modificó con un acabado que consistió en pulir la superficie y darle un lavado gris, también suministrado a la tapa de guayacán de la mesa de centro de la sala, que diseñó la diseñadora Isabel Henao propietaria de casa.
Alejados de los convencionalismos y de las manifestaciones pretenciosas, cada espacio de esta vivienda, en el que no falta una orquídea, está configurado por objetos intervenidos, hechos a la medida, regalos de matrimonio y muebles adquiridos en el mercado, pero integrados de una manera única que proyecta la personalidad de esta pareja de artistas que asegura que el ingrediente que le da alma y armonía a su hogar es el amor. Hogar de artistas.
isabel-henao-revista-axxis-210Detrás de la sala, una terraza de 50 metros cuadrados fue adaptada con la instalación de una marquesina en el techo y una pintura blanca en la pared de ladrillo para que la luz natural rebote en la sala, protagonizada por una sofá tapizado en canvas. La mesa, diseñada por la propietaria de casa y hecha en guayacán, soporta una canoa de plata que reúne tres esferas de madera de Falabella.