Villa Diantha una casa de verano en las rocas que colindan con el mar griego
fotografía: I. ROUFOPOULOU AND E. ATTALI/WHITEKEYVILLAS PHOTOFORPRESS.COM Texto: EVA MARTINS /
julio 19 - 2016

Los dueños de esta casa, situada en una ladera rocosa, sinónimo de un paisaje griego, buscaban un diseño que se integrara sutilmente con su arquitectura tradicional, pero que fuera moderna a la vez. Esto resultó en una balanceada mezcla entre texturas ásperas y suaves, y una paleta de color que va desde los cálidos ocres de la piedra local y madera sin tratar, hasta muros blancos y el gris grafito de las superficies de cemento brillado.
Construida en 2014, esta propiedad de 400 metros cuadrados y cinco habitaciones se adapta al contorno de la montaña, con la entrada en la parte posterior de la estructura. Un camino angular conduce a través de patios mediterráneos y cálidas fachadas de piedra a la puerta principal, una imponente pieza de madera rústica, con adornos de hierro. Un jarrón griego de terracota y una linterna anteceden la puerta, que una vez abierta revela increíbles visuales al mar y al paisaje, dándole al visitante una agradable bienvenida.
En el lado de la terraza, grandes ventanales y puertas de vidrio enmarcan la vista y crean una transición imperceptible entre interior y exterior. Los arquitectos diseñaron la casa como un rectángulo deconstruido de manera que todos los dormitorios tuvieran acceso directo a la piscina sinfín de agua salada, el jacuzzi y el deck con tumbonas y pufs para descansar y tomar el sol.
Una tradicional pérgola cubierta de caña, con grandes pilares de madera, corre a lo largo de la estructura, proporcionando sombra en el exterior. Allí se dispusieron áreas tipo chill out con sofás y sillones en azul marino y blanco y un comedor para cenar al aire libre. Lámparas que cuelgan de cuerdas tejidas y macetas cubiertas con tejidos de macramé crean un suave contraste con las líneas rectas de la terraza y la piscina. Es aquí donde todo sucede, donde anfitriones e invitados se reúnen en los meses de verano.
Justo después de la entrada, una cocina abierta, que a pesar de ser sencilla es altamente funcional, comparte el espacio con la zona social, donde amplios sofás comunican el área con un pequeño comedor y una chimenea. El tono de este lugar lo dan los pisos de cemento pulido que se complementan perfectamente con los gabinetes blancos de la cocina y una enorme isla de madera con un mesón de granito gris, bajo una de las muchas claraboyas que tiene la casa. Un armario de madera, hecho a la medida, en el muro de atrás, sirve para guardar platos y vasos. En la sala, dos sofás –uno gris y uno blanco– ofrecen un lugar cómodo y acogedor para apreciar la vista.
La paleta de colores neutros se repite en los dormitorios y los baños, que cuentan con sencillos toalleros de madera y pocetas de piedra, sobre mesones de madera hechos especialmente para la casa. Las mesas de noche se hicieron con troncos de árboles. Y en la habitación principal llama la atención una bañera incrustada en el piso, con vista al mar.
Finalmente, el objetivo de lograr un refugio que respetara su lugar de implantación y aprovechara las bondades de sus alrededores se consiguió. El resultado es una casa cómoda, sencilla y acogedora, donde el lujo está en los pequeños detalles, pero sobre todo en el impresionante paisaje.