Jorge Arévalo: el ilustrador de los arquitectos
Mateo Arias Ortiz, editor digital de AXXIS / septiembre 3 - 2024
Jorge Arévalo llegó a un estado en su carrera que cualquier artista gráfico anhela: lograr un estilo propio. Algunos tardan toda su vida en construir una personalidad estética que sea fácil de reconocer ante los ojos de cualquier persona, y tras más de 20 años de trabajo, este ilustrador español ha conseguido pulir una identidad colorida, estilizada y de pocas líneas.
Y es que, no en vano, la editorial Taschen incluyó a Arévalo (Madrid, 1968) en el top 100 de los mejores ilustradores mundiales. El español ha publicado su trabajo en revistas como Vanity Fair, The New Yorker, Vogue, Harper’s Bazaar, Woman, Telva, Rolling Stone y Esquire. Su talento no solamente ha llamado la atención de las editoriales, sino también de varias marcas —Carolina Herrera, Air France, Ray Ban—, que le han encargado diseños para varias campañas.
De hecho, para Arévalo la diferencia entre dibujante e ilustrador es “saber responder a un briefing y recibir dinero a cambio de su trabajo. Hay que responder a un encargo, cumplir unos tiempos y estar a la altura de lo que se pide. Ahí está el reto que debe ser capaz de cumplir un profesional”, explica.
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Por otro lado, también ha lanzado tres libros en los que se reúnen sus interpretaciones de personajes. Precisamente, esa es su especialidad: el retrato. “Hago más cosas, como espacios, figuras abstractas, pero los retratos son mi zona de confort. Mi intención es lograr un estilo y una personalidad con pocos rasgos, y así obtener lo más importante de un personaje mediante la observación».
«Es verdad que mi trabajo está cerca de la caricatura, pero más por el lenguaje gráfico del cartoon que por la intención política. La caricatura suele ser más comprometida con ciertos mensajes, es sarcástica e incluso hiriente. A mí, el humor no me interesa. Lo digo con respeto, pero creo que la caricatura corre el riesgo de quedarse en lo anecdótico; en cambio, el retrato está hecho para perdurar. La codificación y el entorno de un perfil son distintos: en vez de exagerar los rasgos de los personajes, intento buscar su belleza y destacarla con elegancia”.
Sin renunciar a la limpieza en el trazo, el artista reconoce que en los últimos años su trabajo ha evolucionado. Explica que ahora es más “elaborado y barroco”. Esa transformación coincide con su incursión en las revistas estadounidenses, que demandan un estilo provisto de detalles que se aleja de la escuela europea, más cercana al minimalismo. Fue un cambio que aceptó con gusto con tal de entrar en el competitivo mercado editorial norteamericano, en el que la ilustración es muy valorada.
“Mi referente es el lenguaje de los ilustradores de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. El trabajo de pintores del siglo XIX, como Henri de Toulouse-Lautrec o Francisco de Goya, sigue siendo una fuente de inspiración constante. Los clásicos, intocables y atemporales, me parecen mucho más interesantes que los referentes inmediatos que, de todos modos, están contaminados de los clásicos. El problema es cuando se imita el trabajo anterior de manera descarada. Eso no tiene ningún valor. Hay que aportar originalidad”.
La historia de Architects & Chairs
En esta búsqueda de homenajear a sus grandes ídolos de la creatividad nació la serie Architects & Chairs —Arquitectos y Sillas—, en la que Arévalo les hace un tributo a varios arquitectos y sus aportes en el diseño de mobiliario. El primero fue el suizo nacionalizado francés Le Corbusier y su LC2 Armchair.
Arévalo aprovechó las reconocibles características físicas del arquitecto y urbanista para resaltar su altivez y sofisticación: aparece recostado en el brazo de la silla —en este icónico diseño, los brazos están al mismo nivel del espaldar—, un poco encorvado y de piernas cruzadas, vestido de esmoquin, mientras su cigarrillo emite un camino certero de humo.
“Creo que mi gusto por la arquitectura es inevitable. Soy diseñador de profesión, y esa afinidad me ha llegado por inercia desde que estaba estudiando. La arquitectura es inspiradora e imprescindible para la ilustración. De hecho, en muchas de mis piezas incluyo representaciones de edificios específicos o de lugares que me atraen. Son fetiches que tengo».
Además, los arquitectos que admiro coinciden en época y corrientes creativas con el estilo de ilustración que me interesa: la Bauhaus y el mid-century. Todas estas son sillas que querría tener en la sala de mi casa. Son muebles icónicos, que se convierten en esculturas. Tienen un valor especial, y por eso disfruto tanto al representarlas”.
Estas ilustraciones encierran un contraste: mientras que los muebles están representados de manera naturalista, reproducidos en su forma original, los personajes están realizados con el inconfundible estilo de Arévalo. “El sillón es explícito, racional y claro, pero convive con un personaje que es casi un dibujo animado que interactúa con su propia creación. Jugar con eso me da cierto poder”.
Lo que hace brillar a esta serie es la relación de ambos cuerpos, pues ilustrar únicamente el mobiliario o solo al personaje no tendría la misma fuerza. Según Arévalo, “más allá de Le Corbusier, salvo que seas un erudito en arquitectura, no vas a identificar los retratos de estos arquitectos famosos a primera vista. Lo que los hace reconocibles son sus diseños, sus obras».
«También me interesa hacerlos interactuar con los muebles, porque es una forma de representar sus personalidades y las personalidades de las sillas. De hecho, estoy preparando unas ilustraciones en las que esas interacciones son más exageradas. Es una pequeña licencia que me doy”.
Dos paralelos que hace Arévalo para explicar Architects & Chairs son el programa Los Supersónicos (1962), de Hanna-Barbera, y la película Los Increíbles (2004), de Pixar. “Yo reconozco que las ilustraciones de William Hanna y Joseph Barbera son uno de mis referentes. Era una corriente estética que avizoraba lo que iba a ser el futuro, pero al final no lo fue”.
A propósito del trabajo de este célebre estudio de televisión, Arévalo confiesa que el lenguaje de la animación es, probablemente, el que más le falta explorar a fondo. Si bien es cierto que tiene proyectos animados que están por salir, dice que quisiera tener más tiempo para proponer obras de este tipo más extensas.
“También necesito un regreso al mundo analógico, para volver a enfrentarme al pincel y al lienzo. Quiero llevar mi estilo, mi forma de retrato, mi paleta de colores a la pintura, para probar si es eficiente y si tiene un impacto estético”.