Quibdó, un destino por (re)descubrir: capital mundial de la biodiversidad y la chirimía
Andrea Vega / enero 13 - 2025

Al atardecer, el sol se refleja dorado sobre la inmensidad del río Atrato. El vaivén de las aguas arrulla las canoas que, angostas y largas, se confabulan con la gravedad y desafían uno de los ríos más caudalosos del mundo. El sonido de los motores de las embarcaciones, que llevan plátano o pescado, se mezcla con el de los canaletes de los bogas, que cruzan a las personas entre la ciudad y la selva, y con la risa de alguno de los vendedores de viche en el embarcadero.
“Bienvenidos a Quibdó, Chocó, capital mundial de la biodiversidad y la chirimía”. Con estas palabras recibe a los visitantes Saulo Guerrero Córdoba, un comunicador social que hace siete años estaba viendo el atardecer y, como en una revelación, llegó a su mente la canción Lindo cielo, de ChocQuibTown, y supo que —como dice la letra— tenía que mostrar las cosas bonitas de Chocó en el mundo entero.

Con ese espíritu fundó Ilewa, una agencia operadora de turismo cultural y de naturaleza que busca cautivar a los viajeros del mundo con experiencias memorables en el Chocó biogeográfico, inspiradas en la cultura de los pueblos afro e indígenas y en el cuidado del medio ambiente. “Digamos que ya tenemos un reconocimiento por lo que pasa en Nuquí y Bahía Solano, pero Quibdó tiene todo para enamorar a la gente como destino cultural y de ecoturismo”.
El programa Juntanza Étnica —una iniciativa de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA— ha apoyado a emprendedores como Saulo, que quieren potenciar la ciudad como destino turístico emergente y aprovechar la riqueza natural, cultural y étnica como un dinamizador de la economía local.

“Ya conformamos el primer clúster de turismo aquí en Quibdó, donde están Tour de Ríos, Ilewa, el Consejo Comunitario de Tutunendo, Hotel Paloquemao y Paraíso Verde. Nos dimos cuenta de que posicionar un destino no es algo que se haga individualmente, sino poniendo causas comunes sobre la mesa, y el clúster nos ha permitido eso”, señala. El programa ha llevado a los emprendedores a establecer relaciones y ofrecer sus servicios en vitrinas turísticas en el ámbito nacional.
Los secretos de Quibdó
Entre los sitios más importantes en la arquitectura de la ciudad está el Palacio Episcopal, conocido popularmente como “el convento”, un lugar construido por los misioneros claretianos en 1909 con los diseños del arquitecto español Luis Llach Llagostera y que, luego de ser consumido por un voraz incendio, se erigió finalmente en cemento a partir de 1931; este fue un verdadero desafío para la época, ya que los materiales se debían transportar por avión o en barco.

Esta construcción, cuya fachada es de estilo republicano, guarda en su interior la sede de la diócesis de Quibdó y de varias fundaciones. En el segundo nivel hay un mural del padre español Maximino Cerezo Barredo, uno de los muralistas más reconocidos en el arte religioso: la obra muestra al primer Cristo negro resucitado pintado en Latinoamérica, declarado bien de interés cultural del ámbito nacional en 1998.
Desde la terraza del Palacio Episcopal, además de tener una panorámica impresionante del río Atrato y del malecón Jairo Varela Martínez, llamado así en honor del creador del Grupo Niche, quien nació en la ciudad, se puede observar el mayor referente arquitectónico de Quibdó: la catedral San Francisco de Asís.

Después de que la versión inicial en madera fuera arrasada en 1943 por un incendio, se reconstruyó la catedral actual entre 1946 y 1979, bajo la batuta del ingeniero civil quibdoseño Óscar Castro Conto.
La construcción tiene algo de renacentista y algo de estilo republicano, y dentro de ella se guardan dos tesoros de los quibdoseños: un tríptico, pintado también por el padre Cerezo, que hace alusión al saqueo del que fue objeto la población con la llegada de los españoles, y una imagen de casi dos metros de altura de san Francisco de Asís, patrono de la ciudad y al que se le atribuyen propiedades milagrosas.
El encanto natural de Tutunendo
A tan solo 25 minutos desde el aeropuerto de Quibdó, por la vía a Medellín, se encuentra Tutunendo, uno de los tesoros naturales que forman parte de la apuesta del turismo ecológico en la región.

En este municipio se ha habilitado un sendero ecoturístico con más de 1.400 metros de longitud, que comunica la zona de balnearios del río Tutunendo con la efervescencia y agua cristalina de la cascada Sal de Frutas.
“Este lugar es apetecido por los turistas debido a su cercanía con la capital del departamento, por su belleza y por las oportunidades que ofrece para conectarse con la naturaleza”, comenta Elvia Paella, una de las guías de Tour de Ríos, una agencia que opera y presenta los sitios turísticos en Tutunendo.

Durante el recorrido a través de puentes de madera, caminos demarcados con piedras o escaleras naturales, los visitantes pueden conocer los poderes de plantas medicinales como el matarratón, admirar las heliconias o la palma de milpesos, o si tienen suerte, encontrarse con un oso perezoso. Desafortunadamente, el volumen elevado de los parlantes de muchos visitantes ha ocasionado que las especies cada vez se vean menos por la zona.
“El Chocó es color, aroma, folclor y sabor… Existe el mito de que el Chocó es malo o que no tiene nada: si vivimos la experiencia sabremos que es bueno y que sí hay cosas que mostrar”, agrega la guía.
Una nueva narrativa desde la riqueza gastronómica
El historiador y escritor Sergio Mosquera es una de las personas que más conocen sobre la historia y la cultura afro en Colombia. Junto con su esposa, Zulia Mena García, exalcaldesa de Quibdó, ha soñado con visibilizar el patrimonio histórico y cultural de la ciudad. “A Quibdó hay que convertirlo en un discurso agradable”, señala Mosquera.

Entre las iniciativas que han creado se cuentan un recorrido fotográfico por la ciudad de Quibdó, una ruta de comida, oficios, moda y arte, un centro de memoria, y el restaurante Río.
“Esto no es un restaurante, es un centro cultural y gastronómico. La gente de Colombia no conoce la gastronomía afrochocoana. La preparamos bien, pero no tenemos el valor agregado: a veces, el discurso vende más que el producto”, comenta el historiador y escritor.
En Río, los comensales pueden probar algunos de los platos más representativos de la cocina chocoana y conocer un poco más de la cultura del Pacífico por medio de los elementos decorativos, como las lámparas hechas de catangas (trampas para pescar) que cuelgan del techo.

Parte de su investigación la ha plasmado en un libro que ya tiene listo y que espera publicar pronto: El Chocó en la olla: olores, colores y sabores de africanía. En el nombre, Mosquera juega con el imaginario colectivo que cree que el Chocó está jodido —en sus palabras—, pero que al destaparse, se encuentra con una olla llena de riqueza. Un juego que invita a conocer más sobre la que podría convertirse en una estrella del turismo en el Pacífico colombiano.
Gracias por darle espacio a Quibdó en su revista. Lástima que los datos históricos sobre el convento y la catedral estén errados, y que su guía no les haya contado nada de los elementos patrimoniales presentes en el Parque Centenario, ni del incendio de 1966 y las transformaciones de todo orden que trajo a la ciudad.