En resumen, objetos que se integren a la vida cotidiana de sus propietarios trayendo un mensaje de belleza y de serenidad, que se basa fundamentalmente en el equilibrio de las formas y en el uso muy cuidadoso de colores suaves (muchos tipos de blanco entre ellos) para lograr decoraciones que no se proponen llamar la atención sino mantenerla. Lina es consciente de que la cerámica es un material casi eterno –los restos arqueológicos de todas las culturas antiguas incluyen fragmentos de objetos de barro–, y considera que la durabilidad del material conlleva la responsabilidad de crear piezas con vocación de permanencia, hechas para invitar a su uso repetido, para acompañar.
En su constante preocupación por desarrollar formas armónicas y gratas, Lina encontró que, para ella, un referente usual eran los montes que rodean a Bogotá. Los cerros sabaneros son un ejemplo de esos volúmenes que están siempre a nuestro alrededor, que nos escoltan sin que seamos siempre conscientes de su presencia y que, permaneciendo iguales ofrecen innumerables variaciones según la hora, la luz o los cielos del momento en que los volvemos a mirar.
El intento de plasmar estas impresiones y emociones derivadas de los paisajes que más ama, la condujo gradualmente a producir piezas de cerámica que se apoyan con firmeza en la flexibilidad, las ondulaciones y los cambios de tonalidad que produce naturalmente la arcilla.
Lina dice: “fue una solución a la que llegué por un camino largo. De años. Quería traer al ámbito interior un pedazo del paisaje, un pedazo de horizonte, y fue larga la búsqueda del soporte ideal. Después de muchos ensayos de construcciones complejas comprendí que lo más simple, lo que el material da sin forzarlo, era lo mejor”.
La ceramista quiere que estas esculturas, que son trozos de paisaje, comuniquen a quienes los miren algo de serenidad, de paz interior, los recursos más escasos en el mundo de hoy. Una respuesta a la vida agitada de estos tiempos. Una oportunidad de disfrutar la lentitud, la contemplación y la durabilidad como barreras contra la vida agitada y el consumo interminable de objetos que tendemos a reemplazar de manera automática, cada vez con mayor frecuencia.
En este sentido, se trata de objetos que, más que representar un paisaje conocido y amado, quieren hacer parte del paisaje de quienes se acercan a ellos.
La muestra estará abierta al público desde el 19 al 26 de octubre en la calle 68 # 5 – 43 de Bogotá, de 10 a.m. a 6.p.m.