Al finalizar los años noventa, se empieza a percibir un eclecticismo más depurado, donde aún se ve la mezcla de corrientes y épocas, pero con un mayor acercamiento al minimalismo, a los espacios más limpios —donde predominan la composición y la armonía—, y los materiales puros se evidencian un poco más, creando ambientes más desnudos pero con carácter e identidad.

El diseño interior al finalizar la época de los noventa
Durante este periodo hay una clara transición del uso de colores intensos y revestimientos más cargados al blanco y las paredes desnudas. El color y la forma, la materia y la lúdica, protagonizan. Un encuentro que sorprende por su atrevimiento, pero que al mismo tiempo invita a elaborar toda una reflexión a partir del objeto, de aquel que compone los espacios para que se conviertan en proyección de nosotros mismos.

Se reinventa la madera de maneras atrevidas y combinaciones no convencionales, y el plástico comienza a ganar terreno, hasta el punto de que se perfila como uno de los materiales de mayor uso para los años venideros, reconocido como el material del siglo XXI.


Este es buscado por su capacidad de adaptarse a diferentes formas, por su funcionalidad y porque finalmente —se afirmaba en ese entonces— puede ser un motivo para reciclar, teniendo en cuenta que no se degrada pero sí se puede transformar.
