El objetivo de la propietaria era lograr un espacio acogedor. Quería un apartamento en donde elementos clásicos, vintages y modernos se mimetizaran armónicamente a fin de crear una atmósfera cálida y tranquila. Para conseguirlo, encargó del proyecto a la diseñadora Cristina Michelsen. Ella decidió apostarle al uso acertado del papel de colgadura y de telas de diferentes texturas para generar toques de color, resaltar el diseño de algunos objetos y revivir el carácter moderno y clásico de ciertas áreas.

La zona social, que goza de una privilegiada vista sobre los cerros orientales, está integrada estéticamente gracias a las tonalidades rojas de las telas de los cojines y de las sillas del comedor, así como por el singular diseño del tapete de tonos naranjas, amarillos y morados de la sala. En esta área sobresale un clásico sofá chéster de cuero café y dos sencillos sofás de tela cruda con coloridos cojines que dialogan en el espacio con el estilo vintage de la lámpara de piso y la mesa de centro de roble con una base en lámina de hierro.

Encima de la chimenea de gas ubicaron una obra de Ceci Arango, de hierro oxidado, que se adapta muy bien al contexto de esta área y se relaciona sutilmente con el colorido del tapete. La pared de ladrillo, con un cuadro antiguo, aporta textura y enfatiza el carácter acogedor de la zona social. El efectivo uso del papel de colgadura resalta el diseño funcional y moderno de la biblioteca y aviva aún más el espacio. “Hay que estudiar y mirar mucho para saber escoger un papel de colgadura que funcione –dice Michelsen–. Pero sí se logra, es un gran elemento de decoración ya que enmarca y da toques de color”.

En el comedor, la propietaria optó por el moderno y sencillo diseño de una mesa de vidrio blanco y patas de madera, de Proyecta. Esta pieza está acompañada de unas cómodas sillas tapizadas en telas del mismo tono, pero de diferentes texturas, que se unen con los colores vivos de los cojines de la sala. A un lado está uno de los espacios más usados del apartamento: un comedor auxiliar donde la propietaria y su hijo de 20 años se encuentran para desayunar y disfrutar de la vista; cuando hay reuniones familiares funciona como una extensión del espacio. El toque clásico de esta zona está a cargo de un cuadro antiguo ubicado sobre un muro de ladrillo.

Para las tres habitaciones optaron por continuar combinando texturas a través de singulares telas como el terciopelo, el paño, el lino y el cuero. En la alcoba principal, una cama sencilla con un moderno espaldar contrasta con unas clásicas mesas de noche tailandesas y unas lámparas que resaltan en el espacio por su altura. En el cuarto del hijo de la propietaria, la diseñadora escogió tonos grises y el diseño funcional y limpio de una cama, un escritorio y un mueble para ver televisión que se acomodaron a las dimensiones del espacio. En el dormitorio de huéspedes crearon una atmósfera tranquila y amable en donde se mimetizan colores rojos y grises con el objetivo de darle más vida al área.

En la sala de estar ubicaron un cómodo sofá en “L” tapizado con un chenille azuloso para acostarse a ver televisión, leer o descansar. El puf, tapizado con una colorida tela de Denise Webb, también funciona como mesa auxiliar. El diseño de la biblioteca permite ubicar libros, algunos objetos decorativos y tener un lugar para un cómodo escritorio.
Michelsen concibió un diseño neutro con el que logró crear una atmósfera acogedora, sin caer en elementos pesados que pudieran recargar el apartamento. Al hacer énfasis en el colorido de los cojines y arriesgarse con las mezclas y las texturas consiguió ese sello único que tienen los espacios con carácter.

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